Se acabó. No, no me voy a arrancar con la mítica canción de María Jiménez. Me refiero a la temporada veraniega. Guardamos las bermudas y las alpargatas y volvemos a lucir vaqueros y chaquetas de entretiempo. Igual ustedes todavía pueden aguantar un poco más, pero un servidor ya ha regresado a Madrid y aquí el clima estival no es tan benevolente ni se queda tanto rato con nosotros.
De todas formas, aunque no sea desde un punto de vista meteorológico, septiembre sí que trae consigo psicológicamente el fin del verano. Es el mes de terminar las vacaciones, de volver al trabajo, de recuperar la rutina y de resucitar los propósitos que agonizaron en la orilla del mar a principios de junio. Y el mes del inicio del curso político. Septiembre es mucho más Año Nuevo que enero.
Elche ha dado el pistoletazo de salida al nuevo curso con el anuncio de tres grandes proyectos que van a ser (o ya son) una realidad. Javier García Mora, portavoz del Partido Popular, celebraba la llegada de Ouigo a nuestra ciudad; María Bonmatí, concejala de Educación, anunciaba el fin del fibrocemento en los colegios de Elche; y, por último, el alcalde Pablo Ruz ha manifestado en una entrevista radiofónica que la reforma del Mercado Central por fin se va a materializar.
Mientras reproducía cada una de las tres declaraciones, la misma idea turbia me asoló la cabeza. El mismo fantasma del pasado que me hizo pensar que esta película ya la había visto. Tanto el portavoz, como la concejala y el alcalde tuvieron la necesidad (y a mi juicio la torpeza) de tener que mencionar al PSOE y al anterior equipo de gobierno, como si los éxitos de gestión del gobierno actual no fueran suficientes y necesitaran hacer de menos a quien antes ostentó la vara de mando del Ayuntamiento de Elche.
Por experiencia propia, el Partido Popular debería tener aprendida la lección: hablar del Partido Socialista sólo favorece al Partido Socialista. Ya hubo una vez, en un pasado no muy lejano, que un gobierno de los populares pasó la legislatura sacando proyectos adelante pero reprochando sin cesar la gestión del anterior gobierno. Y los socialistas hicieron de la necesidad virtud, caricaturizando a aquel gobierno que no paraba de mencionarles para justificar su labor. El resultado de aquel experimento es por todos conocido: tripartito de la izquierda tras las elecciones de 2015.
La política no puede continuar siendo ese lodazal de barro y estiércol en el que lleva convirtiéndose desde hace años. Muchos le echan la culpa de ello a la irrupción de los nuevos partidos, y sí, estos han contribuido a mucho al deterioro de la imagen de la política, pero no nos engañemos, PP y PSOE sembraron la semilla de la crispación y el sectarismo, que nos obliga a pensar que los nuestros siempre lo hacen bien, y los adversarios son poco menos que apocalípticos.
Que no cunda el pánico. Creo que una de las características del PP de Pablo Ruz ha sido precisamente romper con esa dinámica de choque en las instituciones y tender la mano a quienes piensan diferente. Sirvan estas líneas como mensaje de alerta. No vuelvan ustedes a caer en el discurso de la herencia recibida. No menosprecien sus propios éxitos políticos y de gestión. No den ni un segundo de protagonismo a quienes prefieren el mal de Elche solo por verles caer a ustedes.
No caigan en la trampa.