Así podría decirse que es ese sentir que, siendo pena, se entremezcla con rabia y cierta dosis de agridulce nostalgia, de agridulces recuerdos y, de una memoria que maduró a pocos, y casi que, por huevos. Eso podemos encontrar en el libro de poemas titulado “Habitaciones de invierno” de la editorial Olé Libros, obra del autor ilicitano, también del barrio de Carrus. D. Alfredo Perán Pérez. Un poeta este que no sabe ni mentir ni esconderse, y cuya defensa es un gran humor y una gran inteligencia intelectual y emocional.
El título del libro en sí mismo, diciendo poco, lo dice casi todo, encerrado al lector en esas frías habitaciones en la que, posiblemente y pese al turrón, las lucecitas y los mazapanes, sea la estación más broca del año. Alfredo, un tipo con un enorme corazón y una envidiable forma de ser y de sentir pese a las cicatrices que lo delatan en su manera de escribir sin pretensión alguna de aparentar nada. Es uno de esos hombres cuya única brutalidad es para consigo mismo, tal vez, buscando un desahogo que a la par, le haga entender que llorar.
Leo mucha poesía, unas me agradan mucho más que otras, también las hay que no me agradan una puta mierda, y como sé que no está en mi mano la verdad absoluta, pero sí, mi gusto. No tengo reparo alguno en decir lo que digo para bien o mal de otros gustos tan respetables o no, como el mío. Y es por ello el que no sólo recomiende este libro de lectura ágil pero no rápida, por uno, dos o tres poemas. Lo recomiendo, porque desde el primero al último y siguiendo el orden que nos establece el autor, me parece una de esas genialidades que, como el buen vino tirando de cuchara para atender a un plato calentito, humeante y con el olor de nuestra infancia, es capaz de transportarnos por caminos que, de una u otra forma, hasta los más afortunados, puede, que hayan vivido.
La conciencia de lo que hacemos y del por qué lo hacemos, es, pese a la pena, a lo agridulce, a la rabia y a la nostalgia, lo que nos mantiene en el camino aun cuando no abandonemos jamás ninguna de aquellas habitaciones tan, tan, tan de invierno. Y este libro, para mí, en forma de memoria, mantiene latente esa cordura que tan pocos soportan.