Hay dos tipos de poesía, la de verdad, y la de ficción. La de verdad, a diferencia de la de ficción, aunque contenga un poco de esta última o beba más o menos de lo propio o de empatizar, siempre deja ese sabor que tiene lo auténtico, y en lo auténtico, sino, no lo seria. Jamás falta una carga importante de sentimiento, especialmente, de esos con tanta personalidad que rara vez logran fingir. Hablo de la tristeza y de la rabia, y si tenemos la suerte de que entre ellos se cuele, aunque sea como una luz chiquitita correteando de aquí para allá, el de la alegría, la mezcla es brutal. Por eso es el que, e indiferentemente de que nuestra interpretación, de haberla, sea más o menos cercana a la del autor, es una lectura que siempre nos va a llenar.
Y por “brutal”, puede que incluso por mucho más, es por lo que os recomiendo “Un Ocell, un núvol” del poeta y Gabriel María Perez.
¿Vienes, querida mía?
Nos sentaremos en las sillas del balcón,
buscaremos la luna llena
y contaremos los caramelos de hielo
que calientan el inicio de la noche.
Tenemos la luna,
tenemos caramelos,
tengo tu mirar melancólico
y mi esfera en el infinito.
¿Jugamos?