HISTORIA

Torre Estaña: la historia que desaparecida sin hacer ruido

A las afueras de Elche, los restos casi borrados de esta antigua torre andalusí nos recuerdan cómo el olvido ha sido parte constante de nuestra relación con el pasado.
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Iván Hurtado
20 de julio de 2025 - 01:09

Hay historias que no se destruyen de golpe, sino despacio, piedra a piedra, hasta que ya no queda casi nada que mirar. Eso le ha pasado a la Torre Estaña, y con ella, a parte de la memoria rural de Elche.

A unos dos kilómetros del hospital, junto al antiguo camino de Santa Pola, se alzaba esta torre de origen musulmán. Ya no se puede hablar en presente. Lo que queda hoy es apenas una sombra de lo que fue: unos muros inclinados, restos cubiertos por maleza, escombros que se confunden con la tierra. Está adosada a una vivienda también abandonada, y entre ambas forman una imagen clara del paso del tiempo sin resistencia.

Sabemos que tuvo planta rectangular, unos 9 por 5 metros, con una base de sillería y pisos separados por estructuras de madera. La planta baja se cubría con una bóveda de cañón, todavía reconocible en parte. Pero gran parte de su volumen ha desaparecido. Los derrumbes han dejado solo fragmentos, y su estructura se mantiene en pie —si se le puede llamar así— por pura inercia.

Su historia, sin embargo, es mucho más sólida que su estado actual. La Torre Estaña formó parte, muy probablemente, de una alquería andalusí, construida cuando Elche era aún un territorio de transición entre culturas. Durante siglos, estas torres rurales no solo servían para la defensa, sino como puntos de observación, de refugio, de vida cotidiana. Cuando se construyó, esta torre tenía un sentido: era útil, era parte del paisaje humano y agrícola del campo de Elche.

Ahora, en cambio, ya casi nadie la ve. Su desaparición no ha sido trágica ni repentina. Ha sido progresiva, callada, como tantas otras pérdidas que forman parte de un patrón antiguo: el del olvido.

No es algo nuevo. Elche, como muchas ciudades con pasado largo, ha tenido siempre una relación compleja con su patrimonio.

Hoy, ya casi desaparecida, lo que nos deja no es un vacío arquitectónico, sino un recuerdo difícil de medir: el de todo lo que se vivió entre sus muros. Voces, pasos, noches en vela, trabajo, generaciones. Y aunque de su estructura apenas queden restos, su historia no se borra tan fácilmente. Sobrevive en los planos antiguos, en las fotografías de archivo, en quienes aún la recuerdan… y, sobre todo, en su manera callada de recordarnos que lo que somos empezó mucho antes de lo que creemos.

La Torre Estaña fue una torre viva. Y esa sola frase ya basta para no olvidarla del todo.

Josep Antoni Aldeguer Fenoll ganó el concurso fotográfico ‘El Camp d’Elx’ con la imagen de Torre Estanya que nos hará que nunca la olvidemos.

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