Esta es una de las muchas obras de D. Eduardo Mendoza, una lectura como lo son todas y cada una de las suyas, refrescante, gamberra, cómoda.
En este caso, su protagonista no es más que uno de esos pobres “desgraciados” que, gracias a su crueldad y a su carencia de escrúpulos, se termina convirtiendo en un ser con mucha influencia, con poder y con riquezas. Un tipo inteligente, prevenido y salvaje con una vida vinculada a tres mujeres muy variopintas que no siempre de forma consciente, son cómplices de su existo social y económico, y de ese mundo que le hace de entorno, ajustándose a lo que sí o también ha de ser para que él, siga siendo él.
De un pasado humilde y hasta triste en una Cataluña sórdida, sombría y puede que, hasta brutal, con un padre emigrado a Cuba buscando una prosperidad que sólo se dio entre embustes y sombras para manipular. Onofre, el protagonista, deja atrás su pasado, dando bandazos de un lado al otro hasta que conoce a Humber, un abogado avispado especializado en defender a ladrones. Ahí conoce a mucha gente de calañas diferentes y poco recomendables según para qué, hasta convertirse poco a poco en lo que termina siendo en una organización criminal gracias, entre otras decisiones, a terminar con la competencia por medio del asesinato de sus principales líderes.
Esta, es una lectura para los amantes de la novela negra coloreada a ratos, que se lleva tan bien bajo de una sombrilla no lejos del agua salada, de un bote de cerveza y de un bocata de tomate con magra, como tumbado en un sofalito a todo lo largo y ancho con el libro, así, como para arriba, y la ventana que da a la calle bien abierta, pero con la mosquitera puesta.
El verano ya está aquí, ya está aquí, ya está aquiiiii, y toca leer, leer, leerrrrr