OPINIÓN

Decepcionado

29 de febrero de 2024 - 09:23
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No sé si ha sido buena idea el que me pidierais colaborar con este incipiente nuevo medio de comunicación ilicitano. No por vuestra oferta, que la sé hecha con todo cariño; sino por mí, porque me siento decepcionado con el rumbo que está tomando esta profesión del Periodismo en la que están a punto de cumplirse los 50 años de la publicación, en el diario La Verdad, de mi primer trabajo informativo. Y a estas alturas ando un poco rebelde. Antes de la aparición de Internet existían periodistas (titulados o no) e informadores, sometidos a unos códigos éticos de objetividad, veracidad, uso de fuentes fiables y contrastadas, que te exigían las empresas.

Estas, a su vez, hacían alardes de su independencia de poderes políticos y económicos, aún a pesar de que era imprescindible la publicidad para el sostenimiento de los medios de comunicación nacionales e incluso locales. En la actualidad las informaciones que recibimos no solo proceden de periodista y empresas de comunicación solventes, sino que en el universo de Internet han crecido como la espuma youtubers, tiktokers, influencers, y un largo etcétera de generadores de contenidosque siguen millones de personas que aceptan a ciegas las informaciones, tendencias y valores que ellos ofrecen. La objetividad y la veracidad pasan a un segundo plano o desaparecen en muchas ocasiones, y lo fiable y ‘guay’ es lo que ellos ofrecen. Y por ese trabajo reciben compensaciones económicas que, en ocasiones, son millonarias.

En los medios de comunicación tradicionales, prensa, radio y televisión, esta misma tecnología ha originado un cambio revolucionario que, lamentablemente, ha ido comenzando por la disminución de las plantillas de redactores. Ahora, ‘los comunicados’ procedentes de empresas, organismos y políticos, se aceptan con valor de noticia verdadera sin que exista ya un periodista que pueda hacer una pregunta (se acuerdan de los llamados ‘plasmas’ de los presidentes de Gobierno, que ya hacen hasta los concejales de los pueblos más pequeños).

Y de aquellos sacrosantos objetivos que tenían las empresas de comunicación escrita o audiovisual de formar, informar y entretener parece que los dos primeros están en franca recesión. Y si no, miren la cantidad de horas que dedican las televisiones y las radios al entretenimiento, y miren la cantidad de tinta que emplean los periódicos para reuniones con comidas, conferencias de expertos sobre distintos motivos, actos sociales benéficos o no. De todo esto, con un resumen escrito de cada acto y decenas de fotos de los ‘muy importantes’ que han asistido a estos actos y que, por regla general, son los que pagan eso que no es exactamente ni información ni noticia (pero sí fuente de ingresos para el medio).

Por eso, y por otras cosas, estoy decepcionado. Aunque puede ser también por viejo.