De entre todos los símbolos edificados de los que consta Elche, la Torre de la Calahorra es sin duda uno de los más especiales. Esta edificación formaba parte de la antigua muralla y junto con una atalaya de menor tamaño, ‘vigilaba’ la Lucentina, la más importante de las puertas de la villa ilicitana, que a su vez encaraba el camino dirección Alicante. En la actualidad se encuentra rodeada de vida, pues su situación geográfica es inmejorable, quedando enfrente de la Plaza Blanca, al lado de la Basílica de Santa María y a menos de un minuto de La Glorieta.
Orígenes e historia
Para averiguar los inicios de esta fortaleza nos tenemos que remontar al siglo XII o principios del XII, en época almohade. Fue concebida como una edificación para vigilar la muralla defensiva de la villa andalusí. Data de una planta cuadrangular, habiendo sido construida mediante sillares en base y esquinas y muros de mampostería revocados. En sus inicios, la torre tenía, mínimo, dos alturas más, que cayeron en 1829 a causa del terremoto de 6,6 en la escala de Richter producido en la provincia de Alicante.
En términos históricos, a finales del siglo XV, en un contexto en el que Elche y Crevillente habían sido regaladas al entonces Comendador de León Gutierre de Cárdenas, la torre albergaba la residencia del contador señorial y servía, además, como almacén del grano que procedía del diezmo de índole eclesiástica antes de ser repartido entre sus beneficiarios. Varios siglos más tarde, concretamente en el XIX, volvió a ser traspasada de manos, en este caso al marqués de Lendínez Rafael Brufal Melgarejo, que realizó significativos cambios como lo fueron el habilitar la torre como residencia, abriendo algunas ventanas, y dotando al antiguo almudín como un salón de baile. Por otro lado, la Calahorra fue, en esos tiempos, sede de la logia másonica ilicitana, a la que Brufal pertenecía y cuya sala de reuniones fue decorada por el historiador Pedro Ibarra
En lo más reciente, poniendo el foco a principios del siglo pasado, en 1909 José Revenga, terrateniente, compró la Torre y se la ofreció a su mujer, Asunción Ibarra, hija del ilustre ilicitano Aureliano Ibarra y viuda del propietario de L’Alcudia, el Doctor Campello. En este contexto, la Calahorra sufrió una rehabilitación poniendo especial énfasis en las paredes y su decoración, que se realizó con motivos neoárabes convirtiéndose así en una casa señorial de alta burguesía.
En el presente
En la actualidad, la Torre de la Calahorra, además de acoger diferentes eventos culturales, está abierta de martes a domingo con diferentes precios (gratis los domingos) a todo aquel que la quiera visitar. En su interior se encuentran diferentes obras pictóricas de artistas municipales y otras de pintores como Joaquín Sorolla o Cecilio Pla.