HISTORIA

Cheiw, el chicle ilicitano que marcó a generaciones con su sabor, sus globos… y sus chuletas de examen

El de clorofila fue el más vendido en Elche y en toda España, seguido por otros sabores icónicos como canela, fresa o menta
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Iván Hurtado
05 de julio de 2025 - 03:43

Fue más que un simple chicle. Para quienes crecieron en las décadas de los 70, 80 y 90, Cheiw es sinónimo de infancia, recreos, tardes de verano y travesuras escolares. Era el sabor de lo guay, de lo que molaba. Y aunque hoy apenas se encuentra, sigue vivo en la memoria colectiva —especialmente en Elche, donde nació y conquistó los paladares (y las mochilas) de toda una generación.

Cheiw fue creado por Damel, la histórica empresa ilicitana nacida como pastelería familiar en 1860. En 1950 patentaron estos chicles, pero su boom llegó en los años 80, cuando una pegadiza campaña publicitaria y una gama de sabores potentes lo convirtieron en un fenómeno nacional. “La canción del anuncio fue clave; convirtió a Cheiw en un icono”, explica Neus Soler, experta en marketing de la UOC.

Entre todos sus sabores, el de clorofila arrasó en Elche y en toda España. Su inconfundible envoltorio verde y su frescor explosivo —aunque breve— lo hicieron el favorito. Le seguían el Cheiw de canela (el preferido para los más valientes), el de fresa, el de menta… y cada uno con su legión de fieles. Además, los envoltorios escondían a veces auténticas “chuletas”, pequeñas ayudas para exámenes, lo que convirtió a Cheiw en cómplice de más de un aprobado.

El reinado de Damel

Durante su época dorada, Damel fue un gigante de la industria del dulce. Con sede en Elche y más de 1.200 trabajadores, dominaba el mercado con productos como los caramelos Snipe, los Palotes o los Pectol. Pero ningún otro tenía el carisma y el impacto social de Cheiw.

La empresa, dirigida entonces por los hermanos Luis, José y Vicente Torres —la cuarta generación al frente del negocio familiar—, entendió cómo conectar con los jóvenes. Las campañas usaban el lenguaje juvenil del momento, palabras como “guay” o “molar”, y funcionaron a la perfección.

De los recreos al olvido

Pero a principios de los años 80, el panorama económico cambió. La reconversión industrial y la necesidad de modernización pasaron factura. En 1982, Damel presentó suspensión de pagos. Aunque sobrevivió tras recortar 650 empleos y reestructurar su negocio, el brillo empezó a apagarse. En 1990, la familia vendió la empresa a la sueca Procordia-Foods, y a partir de ahí Cheiw fue perdiendo protagonismo, inversión publicitaria y presencia en las tiendas.

En 1998, la plantilla se había reducido a apenas 240 trabajadores. Los Cheiw ya no eran fáciles de encontrar, y poco a poco desaparecieron de los quioscos, igual que lo hicieron sus inolvidables anuncios.

Pero el recuerdo… sigue pegado

Hoy, los Cheiw viven en la nostalgia de quienes los masticaron sin parar en los recreos o los compartieron con la pandilla del barrio. Algunos coleccionistas aún conservan paquetes intactos de los años 70 y 80. Otros simplemente los recuerdan con una sonrisa… o con cierta pereza al levantar una mesa escolar.

Porque aunque ya no se vendan, quizás todavía quede algún Cheiw pegado bajo un pupitre de instituto, una silla de biblioteca o en el suelo pegajoso de un viejo cine cerrado. Como un fósil dulce de otra época. Como una cápsula de sabor, recuerdos y rebeldía adolescente que Elche no olvida.

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