FIESTAS

De los cañones medievales a los 300 metros de luz: la Nit de l’Albà, la noche en la que Elche roba el amanecer al cielo

Lo que empezó como un cohete por cada hijo recién nacido es hoy una explosión colectiva que convierte la medianoche en día, un ritual de siglos que combina devoción, pólvora y orgullo ilicitano
FacebookTwitterWhatsApp
Daniel Ruiz Perona
13 de agosto de 2025 - 14:33

En Elche hay una noche en la que el amanecer se adelanta. No es cosa de astronomía, ni un capricho del clima: es obra de miles de manos, toneladas de pólvora y una devoción que lleva siglos quemándose en el aire. La Nit de l’Albà es la cita en la que todo un pueblo mira hacia arriba al mismo tiempo, uniendo tradición, ruido y luz hasta que la noche parece rendirse y convertirse en día.

Su origen se remonta a la Edad Media, cuando las familias ilicitanas encontraban en el cielo su forma más directa de dar las gracias. Por cada hijo recién nacido, un cohete. Era un gesto simple, íntimo, y a la vez cargado de simbolismo: un estallido que conectaba la tierra con lo divino. Con el tiempo, ese gesto privado empezó a repetirse de forma colectiva, y la ciudad entera se implicó. No se trataba solo de un nacimiento, sino de celebrar juntos la vida y honrar a la Virgen.

En el siglo XVI ya hay referencias precisas de una noche encendida en la que las ventanas y murallas ardían de luz, y el aire se llenaba con el trueno de cañones, arcabuces y cohetes. La pólvora se repartía entre los puntos clave de la ciudad, con especial protagonismo para la torre del Consell, que recibía la mayor cantidad porque “más ha de lucir”. La fiesta tenía un carácter casi bélico en su intensidad: era una batalla sonora contra la oscuridad.

El manuscrito de 1625 lo deja claro. En él, Cristóbal Sanz describe cómo, al alba de la víspera de la Asunción, la artillería retumbaba tres veces mientras todas las campanas de la ciudad repicaban y los ministriles llenaban el aire con dulzainas y trompetas. El espectáculo no se quedaba en una noche: el 14 de agosto se repetía el ritual, porque además de honrar a la Virgen, había que ahuyentar las “fuerzas del mal”.

El tiempo trajo cambios. En el siglo XVIII, el estruendo de los cañones dio paso a castillos de fuegos artificiales que ardían en la fachada del Ayuntamiento, un espectáculo más visual que bélico, pero igual de intenso. El XIX trajo consigo la gran innovación: la Palmera de la Virgen, un estallido vertical que hoy alcanza los 300 metros y se abre en ocho brazos de luz que iluminan medio kilómetro a la redonda. Era, y sigue siendo, el momento más esperado de la noche.

El siglo XX consolidó la fiesta tal y como la conocemos. Tras la Guerra Civil, la participación se abrió a vecinos y comerciantes, y el cielo de Elche se convirtió en un mosaico improvisado donde cada terraza y cada balcón eran un punto de lanzamiento. A partir de entonces, la Nit de l’Albà no fue solo un espectáculo oficial, sino un acto coral en el que cada ciudadano es protagonista.

Hoy, la noche sigue un ritual que combina solemnidad y desenfreno. A las 23:55, la ciudad se apaga. Antes, el Ayuntamiento cortaba la luz para crear oscuridad absoluta, pero los sustos de gente atrapada en ascensores obligaron a dejarlo en manos de los vecinos. En ese instante de penumbra, el silencio pesa y las miradas se alzan. El Gloria Patri del Misteri d’Elx flota sobre las calles y, justo a medianoche, la torre de la Basílica de Santa María dispara la Palmera de la Virgen. Durante un minuto, la noche se convierte en día y el cielo parece arder.

La imagen luminosa de la Virgen aparece dibujada con bengalas en la torre, mientras suena Aromas Ilicitanos, la habanera que los ilicitanos cantan como si fuera un himno oficial. Muchos aprovechan para cumplir con otra tradición menos solemne pero igual de querida: comer sandía, la fruta que refresca la garganta y el cuerpo en pleno agosto.

Cuando la emoción se calma, empieza otra historia: la Cordà. Es un desafío reservado para los más atrevidos, una batalla controlada en la que los participantes se enfrentan a carretillas que no explotan, pero que dejan tras de sí espirales de fuego y carreras frenéticas. Su historia es tan agitada como la de la Nit: ha sido trasladada, suprimida y recuperada varias veces, y hoy se celebra bajo estrictas medidas de seguridad. Aun así, conserva esa mezcla de peligro y adrenalina que la hace única.

Este año, la ciudad se prepara para una edición de récord. La Pirotecnia Ferrández, al frente desde 1989, pondrá en el aire más de 2,7 toneladas de pólvora, cerca de 86.000 unidades pirotécnicas y una Palmera Imperial de más de mil cohetones. No se trata solo de superar marcas: es la forma de demostrar que esta tradición no se ha apagado ni con guerras, ni con pandemias, ni con el paso del tiempo.

La Nit de l’Albà es la memoria encendida de Elche. Es el eco de aquellos primeros cohetes medievales, la herencia de las murallas iluminadas, el rugido de los cañones transformado en un espectáculo de color. Cada año, cuando la Palmera estalla y el cielo se convierte en día, el pueblo vuelve a encontrarse con su historia, y lo hace a su manera: a lo grande, mirando hacia arriba y llenando el aire de luz. Porque aquí, el amanecer no siempre llega con el sol.

Si quieres, puedo ahora trabajar esta misma versión pero en formato de crónica en presente, narrando la Nit como si estuviéramos viviéndola en directo, para que sea todavía más inmersiva.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *