Elche ya no vive veranos calurosos. Los sufre. Las temperaturas extremas, que superan habitualmente los 40 grados, se han convertido en parte del paisaje cotidiano durante julio y agosto. A esta ola de calor prolongada, que parece no tener final, se enfrentan cada día personas que, por afición o compromiso, siguen practicando deporte al aire libre. Correr, jugar al fútbol, montar en bici o entrenar en parques bajo un sol abrasador se ha vuelto una rutina que muchos no están dispuestos a abandonar… aunque el riesgo sea real.
No se trata de una percepción: los registros climáticos confirman que los veranos en Elche son cada vez más largos, secos y extremos. A ello se suma la llamada “isla de calor urbana”, un fenómeno que hace que las zonas sin sombra o vegetación acumulen y mantengan el calor más tiempo. En contraste, espacios como el Palmeral ofrecen un respiro: la temperatura allí puede ser hasta 5 grados menor que en el asfalto. Por eso muchos corredores y ciclistas eligen esos entornos para entrenar.
El cuerpo al límite
Practicar deporte en condiciones de calor extremo no es solo una cuestión de incomodidad: es un problema de salud. El médico Jesús Rodríguez, especialista en medicina deportiva, lo tiene claro. “A partir de los 38 grados, el sistema termorregulador del cuerpo empieza a fallar si no se toman medidas. El riesgo de golpe de calor se multiplica. No es raro ver pacientes con síntomas de agotamiento, deshidratación o incluso síncope por entrenar en malas condiciones”.
El golpe de calor es el más temido. “Puede llegar muy rápido”, advierte Rodríguez. “Empieza con fatiga, mareos, dolor de cabeza, sudor excesivo… pero si no se detiene la actividad y no se baja la temperatura corporal, puede derivar en confusión, pérdida de conciencia e incluso fallo multiorgánico”.
El consejo es claro: evitar actividades deportivas en las horas centrales del día, hidratarse de forma constante —aunque no se tenga sed— y vestir ropa ligera. “Y si el cuerpo da señales, hay que parar de inmediato”, insiste el doctor.
A pesar de los avisos, hay quienes se resisten a abandonar su rutina deportiva. Pero muchos lo hacen con precaución. Marina, una joven de 28 años aficionada al running, ha modificado por completo su horario. “Salgo a correr a las seis y media de la mañana. Sé que si salgo después de las ocho, ya no es seguro. Llevo agua, gorra, gafas de sol y corro por rutas con sombra, como el Palmeral. Me he vuelto muy estricta con la hidratación”.
Carlos, jugador aficionado de fútbol, relata cómo su equipo ha tenido que adaptarse. “Jugamos en un campo abierto. Antes entrenábamos a las siete de la tarde, ahora lo hacemos a las nueve o incluso más tarde. Y con muchas pausas. En un entrenamiento reciente, uno de los chicos acabó con mareos. Desde entonces, bajamos la intensidad, y cada 15 minutos paramos para beber agua y mojarnos la cabeza”.
Lucía, que practica senderismo y ciclismo por la sierra cercana, opta por rutas cortas y sombreadas. “Me encanta moverme, pero ya no es viable salir al mediodía como antes. Una vez casi me deshidrato. Ahora llevo bebida isotónica, fruta y sombrero tipo legionarios para proteger cuello y cara. Y si veo que hace demasiado calor, simplemente no salgo”.
Deporte e infancia en alerta
La situación es especialmente delicada cuando se trata de menores. En Elche, decenas de campus de verano combinan actividades lúdicas con deporte. Para ellos, el calor es un obstáculo real que condiciona la programación diaria. Laura, monitora de uno de estos campus deportivos, lo explica: “Hace años organizábamos juegos al aire libre toda la mañana. Ahora solo podemos hacerlo un par de horas muy temprano. De 11 en adelante, todo se mueve a espacios con sombra o interiores. Y los peques beben agua cada 20 minutos, lo marcamos con alarmas”.
Miguel, coordinador de otro campus enfocado en fútbol y balonmano, destaca el esfuerzo de prevención. “Hemos incluido formación en primeros auxilios para todos los monitores y también sesiones educativas para los niños. Les enseñamos a reconocer los síntomas del golpe de calor y a avisarnos a la mínima. Trabajamos con responsabilidad: en esta situación, no podemos dejarnos llevar por la rutina”.
Algunos campus han llegado incluso a cancelar competiciones por la tarde, trasladándolas a pabellones cubiertos o sustituyéndolas por juegos acuáticos. La prioridad, aseguran los organizadores, es la salud.
Consejos para no caer rendido al sol
Las recomendaciones de los expertos y del Ayuntamiento de Elche coinciden: lo ideal es evitar el deporte en exteriores entre las 12:00 y las 17:00. El consumo de agua debe comenzar incluso antes del ejercicio, y mantenerse constante durante la actividad. No vale con esperar a tener sed: eso ya es señal de alerta.
Ropa clara, tejidos transpirables, gorras, protección solar y gafas son parte del equipamiento imprescindible. También lo es saber parar a tiempo. El calor puede hacernos sobrevalorar nuestra resistencia.
El doctor Rodríguez añade una recomendación menos conocida: “En días de calor extremo, hay que revisar también el estado del corazón, especialmente en mayores de 40 años. El estrés térmico es un reto añadido para el sistema cardiovascular”.
En Elche, como en tantos otros lugares del sur español, el deporte se ha convertido en una prueba de resistencia doble: la del cuerpo… y la del termómetro. Aficionados como Marina, Carlos o Lucía han aprendido a convivir con ese nuevo reto. Los monitores de campus, como Laura y Miguel, reformulan cada día su planificación para proteger a los más jóvenes. Y los médicos, como Jesús Rodríguez, insisten en que no hay actividad física que merezca un ingreso hospitalario.