HISTORIA

El Palmeral de Elche: ingenio y agua en un oasis urbano

Hace más de mil años, ingenieros musulmanes diseñaron un sistema hidráulico que convirtió un terreno árido en un mar de palmeras, creando un oasis que sigue vivo en el corazón de la ciudad. Hoy, su historia y su tecnología todavía sorprenden
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Daniel Ruiz Perona
13 de septiembre de 2025 - 03:16

Si alguna vez te has paseado por el Palmeral de Elche, seguro que has sentido que no es solo un lugar bonito para caminar entre palmeras. Cada canal, cada huerto y cada acequia cuenta la historia de un sistema hidráulico pensado al detalle para sobrevivir en un clima de extrema aridez. La Acequia Mayor, columna vertebral de este sistema, no solo transportaba agua: organizaba la vida agrícola y urbana de la ciudad.

En zonas donde el agua era escasa, como Elche, cada gota importaba. Por eso, los campesinos no podían regar a discreción: el agua se repartía por turnos estrictos. Cada huerto tenía su “hilo” de agua, y cada hilo equivalía a doce horas de riego. Los huertos más cercanos a la ciudad, el área de Huertos, recibían hasta 7.200 horas de agua al año, mientras que las tierras más alejadas, las de Dula, solo disfrutaban de 900 horas. Esta regulación tan meticulosa permitía una agricultura intensiva pese a la sequedad del terreno.

El diseño del Palmeral no era casual. Las palmeras datileras alineadas marcaban los límites de los huertos, generando un microclima que protegía los cultivos de la radiación solar y reducía la evaporación del agua. Además, la disposición regular y ortogonal de los huertos facilitaba calcular con precisión cuánto tiempo necesitaba cada parcela para regarse, haciendo eficiente el uso del agua escasa.

La historia de este ingenio hidráulico se remonta al siglo XI, cuando los musulmanes de la región crearon un sistema que integraba canales, acequias y presas para maximizar cada litro de agua. Tras la conquista cristiana, en 1270, Don Manuel, Infante de Castilla y señor de Elche, mantuvo las reglas heredadas de los musulmanes, asegurando que la distribución del agua continuara como se hacía “en tiempo de los moros”.

Con el paso de los siglos, la gestión del agua se fue adaptando. La Acequia Mayor incorporó caudales adicionales de Villena, se construyó una gran presa en el siglo XVII y se incrementaron las tallas de agua disponibles, pero el principio básico del riego por turnos se mantuvo intacto. Incluso hoy, la estructura del Palmeral refleja esta lógica: los huertos se concentran en una gran área, cercana a la ciudad, para optimizar el riego y facilitar la producción intensiva.

El Palmeral no solo servía para cultivar frutas y verduras. Sus canales alimentaban molinos y abastecían baños públicos, integrando la agricultura con la vida urbana. Algunos molinos, como el Molino Real y el Molino de Ressemblanch, todavía evocan su origen musulmán y marcan los límites entre las tierras de Huertos y Dula. La disposición de los huertos en anillos concéntricos, con intensidad de riego decreciente hacia la periferia, muestra cómo el sistema combinaba eficiencia agrícola con planificación urbana, un ejemplo de ingeniería milenaria que todavía funciona hoy.

Incluso la toponimia de los canales recuerda ese legado: nombres árabes como Albinella, Asnell o Alinjasa conviven con nombres latinos o valencianos, formando un mapa vivo que mantiene la memoria de los pobladores originales y de su ingenio hidráulico. Cada canal, cada dula y cada huerto nos habla de cómo se transformó un territorio árido en un oasis productivo y cultural, el Palmeral de Elche.

Hoy, pasear por sus caminos entre palmeras es entender un sistema que combinaba tecnología, planificación y comunidad. No es solo un paisaje bonito: es la evidencia de cómo la humanidad puede adaptarse al agua limitada y convertirla en vida, trabajo y riqueza, un legado que ha sobrevivido más de mil años y sigue siendo parte del corazón de la ciudad.

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