La salud mental se ha abierto paso en el debate público, especialmente tras la pandemia. Sin embargo, entre los hombres persiste un patrón que preocupa a profesionales y familiares: muchos no piden ayuda hasta que ya es tarde.
En Elche, el estigma que rodea la salud mental masculina atraviesa edades, barrios y niveles socioeconómicos. Desde jóvenes que sufren ansiedad en silencio hasta padres de familia que enfrentan depresión enmascarada en el trabajo, el fenómeno afecta a hombres que, a menudo, no encuentran espacios seguros para hablar.
“Vienen cuando ya no pueden más. Y eso suele traducirse en trastornos más graves o incluso tentativas de suicidio”, asegura Javier T., enfermero de la unidad de agudos del Hospital General Universitario. Según datos del propio hospital, en 2024 atendieron más de 1.300 urgencias psiquiátricas, con un repunte en los casos masculinos vinculados a trastornos del estado de ánimo y consumo de sustancias.
Lo más alarmante: los hombres representan el 75% de los suicidios consumados en la Comunidad Valenciana. No es porque sufran más, sino porque se callan más.
Elche: una ciudad que empieza a escuchar
Aunque el problema es profundo, también lo son los esfuerzos para abordarlo. En Elche, el sistema público de salud ha aumentado las plazas en atención psicológica y psiquiátrica en los últimos años. La ciudad cuenta con un Centro de Salud Mental Comunitaria, consultas de psicología en algunos centros de atención primaria, y derivaciones hospitalarias para los casos más graves.
Además, existen asociaciones como ASFEME o la Fundación Salud Mental Elche, que brindan apoyo a pacientes y familiares. Sin embargo, las listas de espera siguen siendo largas. En algunos casos, un hombre puede tardar de 3 a 6 meses en ser visto por un psicólogo si no es una urgencia inmediata.
«Esto es una carrera contrarreloj», señala Nuria M., trabajadora social en un centro de salud del barrio de Carrús. “Vemos cómo un hombre de 40 años, que ha pasado toda su vida reprimiendo emociones, empieza a desmoronarse y ni su entorno sabe cómo actuar”.
Elche está empezando a responder, pero aún es evidente la necesidad de mayor inversión en salud mental, especialmente enfocada a perfiles masculinos, que suelen tener otras formas de expresión del malestar: irritabilidad, adicciones, violencia auto o heterodirigida, o aislamiento.
“Pensé que era debilidad”: el testimonio de Raúl
Raúl García, ilicitano de 37 años, cuenta su historia desde la honestidad. Durante meses, se sintió desbordado por la presión del trabajo, la crianza de sus hijos y la falta de tiempo para sí mismo. «Empezaron las taquicardias, los dolores de cabeza, el insomnio… pero lo achacaba al estrés».
Lo que Raúl no sabía es que lo que padecía era un trastorno de ansiedad generalizada. Lo descubrió solo cuando tuvo un ataque de pánico durante una reunión de trabajo. “Sentí que me moría. Me llevaron a urgencias y ahí comenzó todo”.
Ir al psicólogo fue el paso más difícil. “Me daba vergüenza. Pensaba que los hombres teníamos que ser fuertes. Mi padre nunca se quejó de nada, ¿por qué iba a hacerlo yo?”
Raúl lleva un año en terapia. No sólo ha aprendido a identificar lo que siente, sino que también ha comenzado a hablar con sus amigos. “Curiosamente, cuando conté lo que me pasaba, uno de ellos me confesó que también había ido a terapia. Pero nunca lo habíamos dicho”.
Su historia no es única. Según un estudio de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio, uno de cada cuatro hombres ha experimentado síntomas de depresión o ansiedad, pero sólo un 15% ha acudido a terapia alguna vez.
¿Por qué callan los hombres?
Detrás del silencio masculino hay una construcción cultural profunda. Desde pequeños, muchos hombres reciben el mensaje de que llorar es signo de debilidad, que deben ser proveedores, fuertes y racionales. “Se les enseña a tragarse el miedo, el dolor y la tristeza”, explica la psicóloga clínica Ana Beltrán, que trabaja en consulta privada en Elche.
El resultado: los hombres no saben pedir ayuda. Y cuando lo hacen, muchos profesionales no están suficientemente preparados para atender su particular forma de expresar el sufrimiento.
“La tristeza en los hombres se disfraza de rabia o de cinismo”, continúa Beltrán. “No es que no sufran, es que han aprendido a no mostrarlo como se espera”.
Además, los hombres tienen menos redes emocionales. “Una mujer puede hablar con una amiga durante horas sobre cómo se siente. Los hombres a veces sólo tienen la pareja, y si la pierden, se quedan completamente solos”, señala la terapeuta.
Esa soledad emocional, unida al estigma, crea el cóctel perfecto para que los problemas mentales avancen en silencio.
¿Qué se está haciendo? ¿Y qué falta?
En Elche comienzan a activarse respuestas locales. En algunos institutos, orientadores y profesorado están promoviendo talleres de educación emocional sin sesgos de género, donde se enseña a los chicos a hablar de sus emociones desde temprana edad.
También hay campañas puntuales del Ayuntamiento y la Concejalía de Juventud que abordan la salud mental masculina en redes sociales, con mensajes como «Hablar no te hace menos hombre» o «Pedir ayuda es un acto de valor».
Pero los profesionales piden más. «Necesitamos campañas sostenidas, más visibilidad, y sobre todo, referentes masculinos públicos hablando de estos temas», asegura la psicóloga Beltrán. Además, piden más psicólogos en atención primaria y que se facilite el acceso gratuito o subvencionado a terapias de media y larga duración.
Una propuesta que se valora desde las asociaciones locales es crear grupos de apoyo específicos para hombres, liderados por profesionales, donde se puedan romper los tabúes y normalizar la expresión emocional.
La salud mental de los hombres en Elche —como en tantas otras ciudades— sigue siendo un tema pendiente. Aunque el estigma comienza a resquebrajarse, todavía son muchos los que sufren en silencio, atrapados en una masculinidad rígida que no deja espacio para el dolor.
Romper ese silencio, ofrecer espacios seguros, y formar desde la infancia a una nueva generación de hombres emocionalmente conscientes no sólo mejora vidas: salva vidas.
Como resume Raúl: “El día que hablé fue el principio del cambio. Nunca me sentí tan fuerte como cuando dije: necesito ayuda”.






Daniel Ruiz Perona












