En medio del constante choque entre las mal llamadas «dos Españas«, aquellos que ganaron y perdieron la guerra civil, es fácil perder de vista una verdad fundamental: la mayoría de los españoles no desean ser arrastrados a ninguno de los lados del muro ni ser forzados a ocupar trincheras ideológicas. Basado en estrategias políticas para tapar sus carencias en la gestión, nos obliga a rebelarnos contra cualquier movimiento, independientemente de su origen partidista, que busque dividirnos y enfrentarnos unos contra otros.
En un momento en el que la política se ha vuelto cada vez más polarizada y sectaria, sin entrar en las necesidades reales de los ciudadanos, es crucial recordar que la diversidad de opiniones y la convivencia pacífica son pilares fundamentales de una sociedad democrática saludable. Es necesario desafiar activamente cualquier intento de encasillarnos en categorías rígidas y simplistas que no reflejan la complejidad de nuestras identidades y creencias.
No somos solo de izquierda o de derecha, no somos ganadores o perdedores de guerras pasadas; ninguno estuvo allí. Somos personas con una diversidad de experiencias, valores y formas de ver la vida que trascienden cualquier etiqueta.
Salir de las trincheras políticas y derribar los muros ideológicos requiere valentía y determinación. Significa resistir la tentación de seguir ciegamente a líderes y partidos que promueven la división y el odio en lugar de la unidad y la solidaridad.
Es más importante que nunca levantar la voz en defensa de la reconciliación y la democracia. Debemos rechazar cualquier intento de sembrar discordia y sembrar la semilla del odio entre nosotros. Solo así podremos construir juntos un futuro.
La ley de la memoria Histórica de Zapatero y la reciente iniciativa del Partido Popular en la Comunidad Valenciana mediante leyes de memoria es un claro ejemplo de lo que no se debe hacer.
En el caso más cercano, el PP Valenciano, al revivir debates pasados, ha dado oxígeno al PSOE en momentos de crisis ideológicas y de gestión, demostrando una vez más errores que en el pasado le hicieron no poder gobernar este país, que tanto necesita la salida del peor presidente de la historia de España.
Los políticos deben dejar de decirnos mediante leyes qué ocurrió en nuestra historia, deben dejar que los historiadores y la sociedad en su conjunto interpreten el pasado de manera libre y crítica. La imposición de una versión oficial de la historia a través de leyes de memoria no solo es antidemocrática, son un grave error estratégico que no ayuda a honrar a los muertos sino que solo sirven para dar vida a muertos políticos.