OPINIÓN

¿Está nuestro alcalde culturalmente contra el ciudadano común?

20 de febrero de 2024 - 09:30
FacebookTwitterWhatsApp

Como Chesterton, vamos a hablar del ‘hombre corriente’. De las clases medias y populares, trabajadores y pequeños empresarios que se levantan cada mañana a trabajar, pagar, cuidar y, si pueden, reír, gozar y amar. Desde hace años en el debate político, especialmente con la irrupción de VOX y la penetración en la izquierda de lo ‘woke’ (copia de todo lo que hace la progresía yanqui como veganismo, teoría ‘queer’…), se ha abandonado a esa ‘gente corriente’ por la ‘batalla cultural’; para VOX la identidad española se define como castellanoparlante, castiza y heterosexual. Para el sector ‘woke’ de la izquierda el progreso es rechazar las tradiciones. Los primeros expulsan a medio país y los segundos a otro medio.

El ‘hombre corriente’ es capaz (al revés que los ‘popes’ ultraderechistas o ‘woke’) de defender a la vez nuestras tradiciones, la familia y los derechos de las personas LGTBI sin darse ningún pisto, con total naturalidad y seguir dedicándose a eso de vivir. En definitiva, el mundo es transversal y las sectas identitarias no los son.

¿Y esto afecta a lo local? Mucho. A Elche ha llegado el debate. El gobierno de Pablo Ruz frenó, primero, y desnaturalizó, después, el programa DValientes (dedicado a prevenir en los centros de enseñanza la LGTBIfobia y las conductas sexuales de riesgo) contra la opinión de técnicos y docentes, lo que provocó la dimisión de la asesora del alcalde Konsuelo Albentosa (mi hermana, justo es decirlo). Y aquí Ruz remó con los vientos voxistas.

Poco después la brillante decoración navideña despertó críticas en sectores de nuestra sociedad (algunos tan identitarios como los voxistas de los que son un simple negativo) al considerarla muy católica, aduciendo que esto ofendía a los sectores no católicos de nuestra ciudad. Al considerarlo en contra de la evidencia de miles de musulmanes o ateos, que viven y respetan nuestras fiestas tradicionales, y olvidando que nuestros ciudadanos no son necesariamente católicos, pero culturalmente nuestra ciudad si lo es (¿les suena el Misteri o San Crispín, por poner dos ejemplos?).

Y Pablo Ruz, en lugar de optar por la transversalidad del ‘hombre’ común ha optado por una de las lateralidades. ¿Está nuestro alcalde culturalmente contra el ciudadano común?