Hace unos días, hablando con un compañero sobre las fiestas de octubre, le pregunté: “¿San Crispín? ¿Eso todavía se celebra?” Me miró con sorpresa y me dijo: “¡Claro! Tienes que ir, no puedes perdértelo, es parte de la historia de Elche”. Me contó que San Crispín es el patrón de los zapateros y que su romería une desde hace 75 años a obreros y patronos del calzado, vecinos y familias enteras. Sus palabras me convencieron, así que me preparo para acercarme a la celebración y descubrir por mí mismo lo que tanto me han explicado.
No sé mucho todavía: solo que existe una ermita en el barrio de Carrús y que habrá varios actos religiosos y populares. Pero cuanto más escucho sobre la tradición, más entiendo que San Crispín no es solo un santo: es el alma del trabajo ilicitano. Su figura, junto a la de su hermano San Crispiniano, ha sido venerada desde la Edad Media como símbolo de los artesanos del cuero y del calzado. En Elche, esta devoción se materializó en 1950 con la construcción de la Ermita de San Crispín, impulsada por fabricantes y obreros que buscaban un lugar para proteger su trabajo y celebrar la unión del sector.
Me han contado que la primera romería se celebró en 1951, organizada por el Sindicato Vertical de la Piel, y que desde entonces se mantiene viva cada año. La imagen del santo se trasladaba de la ermita a la Basílica de Santa María y regresaba escoltada por quienes compartían un mismo sentimiento: orgullo por su oficio y fe en su patrón. Incluso los asistentes recibían un amuleto con dos clavos de entachar, símbolo de prosperidad. Ese pequeño detalle me hace comprender que esta fiesta es mucho más que devoción: es memoria, identidad y comunidad.
Hoy, con motivo del 75 aniversario, la romería promete recorrer las calles de Carrús tras el Pregón en el Centro de Congresos Ciutat d’Elx, a cargo de Francis Carbonell, de la empresa zapatera Wonders. Durante los próximos días se celebrará el Triduo al Santo en la Parroquia Madre de Dios del Barrio del Toscar y la Serenata a San Crispín a cargo de la Coral Blanco y Negro, así como la Ofrenda de Flores desde la Plaza de Barcelona hasta la parroquia. El domingo, como broche final, la tradicional romería llevará la imagen del santo hasta la ermita en el Polígono Industrial de Carrús, rodeada de vecinos, familias y amigos que celebrarán con respeto y alegría.
Me hace ilusión caminar entre la multitud, ver salir al santo por las calles y escuchar a las familias compartir almuerzos y recuerdos. Para mí, joven periodista que casi se pierde esta cita, será un descubrimiento profundo: estoy seguro de que San Crispín no solo celebra la fe, sino que refleja el alma misma de Elche, su historia y el orgullo por el trabajo de su gente.
Al final del día, acompañando al santo, espero entender por qué hablar de San Crispín es hablar del corazón de Elche, de su historia y de su identidad. Esta romería no es solo una tradición; es la memoria viva de una ciudad que ha hecho del calzado su seña de identidad y del esfuerzo compartido su orgullo más profundo.
San Crispín fue durante décadas mucho más que una celebración: era un reflejo del alma de Elche, de su industria del calzado y del orgullo de sus trabajadores. Con el paso del tiempo, la romería y los actos en honor al patrón de los zapateros han ido perdiendo visibilidad, y la fiesta que antaño unía a obreros, fabricantes y vecinos ahora se vive con menos intensidad. Sin embargo, es precisamente por eso que su recuperación y valoración cobran tanta importancia. Recordar lo que San Crispín significó, entender su historia y transmitirla a las nuevas generaciones es una manera de mantener viva la memoria de nuestra ciudad, de reforzar la identidad local y de devolver a esta tradición el lugar central que merece en el corazón de Elche.









 
			



 Iván Hurtado
 Iván Hurtado
 
			 
			 
			










