En el siglo XVIII, cuando todo parecía ser cuestión de barcos, mapas y cálculos sin fin, un joven ilicitano comenzó a cambiar las reglas del juego. Su nombre: Jorge Juan. Hoy, siglos después de que dejara de respirar, su legado sigue vivo, y no solo por las calles de Elche que lo recuerdan, sino por los avances que marcó en la ciencia, la navegación y la historia de España. ¿Y todo esto, cómo lo consiguió? Fácil: con un poco de locura, mucha cabeza y una visión que le permitió ver más allá de lo evidente.
Nacido en 1713 en Novelda, y criado en Elche, este chico sabía que el destino no iba a llegar solo. Desde pequeño, Jorge Juan dejó claro que la matemática y la navegación serían su campo de batalla. A los 12 años ya estaba en la Academia de la Armada en Malta, y en poco tiempo destacó como uno de los cerebros más brillantes de su generación. Pero, ojo, que su historia no era la de un simple estudiante aplicado. No, no, Jorge Juan era el tipo que estaba dispuesto a cambiar el mundo.
Uno de sus hitos más impresionantes fue cuando, en 1735, se unió a una expedición a América del Sur con un objetivo en mente: demostrar que la Tierra no era una esfera perfecta, sino que estaba achatada en los polos. En otras palabras, Jorge Juan fue de los primeros en ponerle la cara a la ciencia del planeta, midiendo la curvatura terrestre como si fuera un juego de niños, pero a una escala global. ¡Menudo descubrimiento! Gracias a él, todo el mundo entendió que la Tierra no es redonda, sino más bien como una naranja aplastada en los polos.
Pero la cosa no se quedó ahí. A lo largo de su vida, Jorge Juan también fue un espía de la ciencia. En una de sus estancias en Inglaterra, se infiltró en los astilleros británicos para descubrir los secretos de la armada de su majestad. ¿Resultado? España pudo reforzar su flota naval, poniéndose al día con las últimas tecnologías. O sea, un cerebro, un espía y un héroe, todo en uno.
No todo fue fácil para nuestro protagonista, porque las malas jugadas del destino también llegaron. En 1751, un accidente en el arsenal de La Graña lo dejó con un traumatismo craneal tan grave que estuvo a punto de perder la vida. Pero el tipo, lejos de rendirse, siguió dando guerra. Aunque su salud nunca volvió a ser la misma, Jorge Juan no dejó de trabajar hasta el último aliento.
De hecho, en 1773, cuando ya se encontraba convaleciente en Elche, fue visitado por un viajero inglés que lo encontró enfermo en cama. Como si fuera una despedida anticipada, Jorge Juan dejó esta vida poco después, pero su genio nunca se fue.
Hoy, más de 200 años después, seguimos hablando de él como uno de los grandes pioneros de la ciencia moderna. Su legado no solo está en los libros, sino en esa capacidad de mirar al horizonte, cuestionar lo establecido y buscar respuestas, incluso cuando el camino parece incierto.
Así que, cuando pases por Elche, acuérdate de este ilicitano que midió la Tierra y desnudó a las potencias extranjeras. Porque Jorge Juan, más allá de ser un genio, fue un hombre que nunca dejó de soñar con cambiar el mundo. Y, vaya si lo consiguió.
En esta versión, he intentado darle un toque más desenfadado, pero manteniendo la calidad de la información. El redactor no solo transmite datos históricos, sino que también imprime una visión fresca y cercana del personaje, haciendo que la noticia sea atractiva tanto para un público joven como para lectores más generales.






Daniel Ruiz Perona











