REPORTAJE

La tecnología, ¿herramienta de aprendizaje o fuente de distracción?


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Daniel Ruiz Perona
20 de septiembre de 2025 - 03:59

En las aulas de secundaria de Elche, la tecnología ya no es un añadido, sino una parte inseparable de la vida académica. Los adolescentes de hoy no conciben el aprendizaje sin pantallas, aplicaciones móviles o plataformas digitales. Para ellos, el teléfono móvil es un recurso tan cotidiano como lo fue la libreta para generaciones anteriores. Sin embargo, su presencia en los centros educativos divide opiniones: mientras algunos lo consideran un aliado imprescindible para la enseñanza, otros lo ven como un obstáculo que interfiere en la convivencia y en la capacidad de concentración de los jóvenes.

El debate no es exclusivo de Elche: en comunidades como Madrid, Galicia o Andalucía, las administraciones han optado por prohibir de manera tajante el uso del móvil en los institutos. Pero en la ciudad ilicitana, varios centros han decidido aplicar un modelo más flexible, confiando en que la clave está en educar en el uso responsable de la tecnología, en lugar de eliminarla del día a día de los estudiantes.

Normas y alternativas

En algunos colegios de enseñanza secundaria de Elche, las normas sobre los teléfonos se aplican con matices. Los dispositivos están vetados en pasillos y durante las clases si no se utilizan con un propósito pedagógico, pero se permite su uso bajo supervisión en determinadas actividades. Durante los recreos, además, se fomenta que los alumnos participen en competiciones deportivas o talleres culturales, con el objetivo de que encuentren alternativas de ocio más allá de las pantallas.

La dirección de estos centros insiste en que una prohibición absoluta resultaría poco realista: los adolescentes viven en un mundo digital y, tarde o temprano, tendrán que aprender a gestionar esa relación con la tecnología. Por eso, el reto consiste en enseñar a usarla con sentido crítico, marcando límites claros.

Profesores entre dos aguas

El profesorado ilicitano vive este debate en primera persona. Muchos docentes destacan que la tecnología ha facilitado enormemente su labor organizativa: pasar lista, enviar tareas o mantener un registro de la asistencia se hace de forma inmediata gracias a plataformas educativas. Además, en programas de refuerzo o apoyo escolar, los móviles se utilizan como herramienta de coordinación, permitiendo un seguimiento más cercano de los alumnos que necesitan atención adicional.

“Hay cosas que con el móvil hacemos en segundos, cuando antes teníamos que dedicar mucho más tiempo”, señala un docente de secundaria que lleva años experimentando con aplicaciones educativas. “Si se usa con criterio, puede ser un recurso muy útil para motivar a los estudiantes y mantener contacto con las familias”.

Sin embargo, también reconocen que los riesgos son evidentes. Las notificaciones constantes y la tentación de consultar redes sociales pueden romper la concentración de toda una clase en cuestión de segundos. Algunos profesores explican que, más allá del tiempo de pantalla, el problema principal es la convivencia: las fotos y vídeos tomados sin consentimiento han llegado a generar conflictos dentro del propio centro.

Las familias: entre la tranquilidad y la preocupación

Si hay un grupo especialmente dividido en este debate, es el de las familias. Madres y padres reconocen tanto las ventajas como los inconvenientes de la tecnología en los institutos.

Rosa Pérez, madre de una alumna del instituto Nit del Albá, se muestra claramente a favor del uso de estas herramientas:

“Para mí es una tranquilidad enorme saber que estoy informada al momento. Si mi hijo falta a clase, me llega un aviso; si llega tarde, también. Además, puedo resolver dudas directamente con los profesores a través de las plataformas. Antes nos enterábamos de los problemas meses después, ahora todo es inmediato. Eso me permite acompañar mejor su aprendizaje y sentir que estoy más presente en su día a día escolar”.

Sin embargo, José Martínez, padre de un alumno del IES Carrús, expresa una visión muy distinta:

“Yo creo que los chavales ya pasan demasiadas horas con el móvil en casa. Si además en el instituto también lo tienen a mano, se multiplica el problema. Pierden capacidad de concentración y se aíslan. Me preocupa que estén tan pendientes de una pantalla que se olviden de mirar a la cara a sus compañeros o de aprender a relacionarse en persona. Para mí, el centro debería marcar más límites”.

Estas declaraciones reflejan una tensión que atraviesa a muchas familias de la ciudad. Por un lado, se valora la cercanía y la inmediatez que permite la tecnología; por otro, se teme que esta acabe sustituyendo a la comunicación cara a cara y a la disciplina académica.

Un reflejo de la sociedad

El debate sobre los móviles en los institutos de Elche es, en realidad, un reflejo de una cuestión mucho más amplia: cómo convivir con una tecnología que avanza a un ritmo vertiginoso y que, al mismo tiempo, genera dependencia. Los adolescentes son los primeros en experimentar esa dualidad. Para ellos, internet y las redes sociales son espacios de socialización y de acceso a la información, pero también pueden convertirse en una fuente de ansiedad, distracciones o incluso acoso escolar.

Expertos en educación digital insisten en que el camino no pasa por prohibir, sino por enseñar a gestionar. Aprender a distinguir noticias falsas, a proteger la privacidad, a limitar el tiempo de pantalla y a mantener la concentración son competencias tan importantes como las matemáticas o la literatura en la formación de los jóvenes.

Iniciativas locales

En la ciudad ya se están poniendo en marcha iniciativas para abordar este reto. Algunos centros desarrollan programas de alfabetización digital, en los que se enseña a los estudiantes a usar la tecnología con responsabilidad. Otros, en cambio, refuerzan las actividades deportivas y culturales durante los recreos para ofrecer alternativas atractivas frente al móvil.

Además, asociaciones de madres y padres de alumnos organizan charlas y talleres para orientar a las familias sobre cómo acompañar a sus hijos en el uso de las pantallas. El objetivo es que la educación digital no quede solo en manos de los centros, sino que también tenga continuidad en casa.

Elche, entre dos modelos

Mientras en algunas comunidades se aplica la prohibición total de los móviles, Elche se sitúa en un punto intermedio. La ciudad apuesta, al menos por ahora, por la flexibilidad y la educación en el uso responsable. Sin embargo, el debate sigue abierto: ¿es suficiente con marcar normas claras y ofrecer alternativas, o será necesario adoptar medidas más restrictivas para evitar problemas de convivencia?

La respuesta, según coinciden muchos educadores y familias, dependerá de la capacidad de los jóvenes para aprender a autorregularse y de la implicación de toda la comunidad educativa en este proceso.

Una pregunta abierta

Lo que está en juego no es solo el uso de un dispositivo, sino el modelo educativo que queremos construir en una ciudad donde miles de adolescentes crecen ya en un entorno digital. Para unos, el móvil es una herramienta de futuro que no se puede ignorar; para otros, una fuente de problemas que amenaza con desbordar la convivencia escolar.

Lo que parece claro es que la tecnología seguirá presente en la vida académica de los jóvenes ilicitanos. La gran pregunta es: ¿deben los centros de secundaria enseñar a convivir con ella o proteger a los alumnos limitando su presencia?

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