Tras varios años alejada de las pistas, Llanos Trigueros volvió a calzarse las zapatillas para disputar un campeonato de veteranas que le devolvió la pasión, la conexión con sus compañeras y el pulso competitivo de toda una vida dedicada al balonmano.
¿Cómo viviste este campeonato y qué sensaciones te dejó ser subcampeona?
Fue una experiencia preciosa. Volver a sentir el balonmano de forma tan intensa ha sido, sinceramente, un regalo. Para mí, el balonmano siempre ha sido más que un deporte; ha sido un estilo de vida. Poder retomarlo después de un tiempo alejada de las pistas me hizo reconectar con algo muy profundo.
Además, compartir esta vivencia con compañeras que habían sido parte de mi equipo o rivales en el pasado, muchas de las cuales hacía años que no veía, fue realmente emotivo. Reencontrarnos en la pista, con esa complicidad que solo el deporte genera, fue mágico. La sensación general fue de alegría, de volver a sentirme parte de un grupo, de un equipo. Fue un fin de semana de esos que te recargan de energía.
¿Cuál fue el partido más exigente del campeonato?
La final, sin duda. Nos enfrentamos al equipo de Algemesí, que actualmente compite en Primera Nacional y que además son campeonas de Europa. El ritmo que traían era altísimo, y se notaba mucho en el juego, en los desplazamientos, en la precisión.
Nosotras teníamos menos preparación física y menos entrenamientos, pero aún así dimos la cara. Llegamos a estar seis goles abajo y conseguimos remontar hasta colocarnos a solo uno. Esa reacción del equipo, esa garra, dice mucho. No ganamos, pero salimos con la cabeza muy alta. Para el tiempo que tuvimos para entrenar, hicimos un papel admirable.
¿Qué momento se quedará para siempre en tu memoria de este torneo?
Me quedo con el vestuario. Con las charlas antes de los partidos, las bromas, los nervios compartidos, la complicidad. Hay algo muy especial que ocurre en ese espacio, es como un pequeño mundo dentro del campeonato. Es ahí donde se forja el espíritu de equipo.
También hubo momentos en la pista que fueron inolvidables. Esos instantes en los que te olvidas de todo y simplemente estás jugando, reaccionando, disfrutando… fueron como una regresión a otra época de mi vida.
¿Cómo fue la preparación previa al torneo?
Mucho mejor de lo que esperábamos. Aunque se trataba de una competición veterana, nos lo tomamos muy en serio. Coincidió con el final de temporada de muchos equipos del club, lo que nos permitió tener acceso al pabellón para entrenar.
Además, Joaquín, que tiene mucha experiencia en el club, se ofreció a llevarnos y eso fue un lujo. Organizamos entrenamientos semanales y, pese a nuestras agendas tan apretadas, casi todas podíamos asistir. Nos esforzamos en cada sesión como si fuéramos a jugar una liga oficial. Y eso se notó.
¿Qué papel jugó la experiencia en esta competición?
Muchísimo. En el balonmano, la experiencia es un grado. Hay cosas que no se olvidan, aunque pase el tiempo. Como dice el refrán: “donde hubo, retuvo”.
Vi a compañeras que llevaban años sin pisar una pista, y aún así hacían movimientos automáticos, con una memoria corporal impresionante. En mi caso, incluso yo me sorprendí de lo que fui capaz de hacer bajo los palos. Pensaba que mi cuerpo no iba a responder igual, pero sí que lo hizo. La experiencia te da lectura de juego, saber cómo colocarte, cómo gestionar los tiempos, cómo apoyar al equipo desde tu posición. Es un valor incalculable.
¿Conocías a todas tus compañeras? ¿Cómo fue ese reencuentro?
Sí, conocía a todas. Cuando surgió la propuesta de formar este equipo, seleccionamos a compañeras que, aunque ya no jueguen, siguen muy vinculadas al balonmano, ya sea como espectadoras o entrenadoras. Solo un par nos dijeron que no podían por motivos personales, pero el resto se sumó sin pensarlo.
Lo mejor es que, aunque lleváramos tiempo sin vernos, la conexión estaba intacta. Sabíamos leernos en la pista, confiábamos unas en otras. Y eso se nota, sobre todo en partidos complicados. En la final, por ejemplo, cuando íbamos perdiendo, supimos mantener la calma y no desesperarnos. Esa templanza viene de años de experiencia y de confianza mutua.
¿Qué significa para ti el balonmano hoy?
Lo es todo. Aunque no esté en activo, sigue siendo parte esencial de mi vida. En casa hablamos mucho de balonmano. Sigo a las chicas del División de Honor, no me pierdo un partido si puedo evitarlo. Si hay torneos televisados, los veo. Si son en directo, intento ir.
Y ahora, con esta oportunidad de volver a practicarlo, me siento muy afortunada. El balonmano me ha dado muchísimo, y seguir vinculada a él me hace sentir plena.
¿Cómo consigues compaginar la vida familiar, laboral y el deporte?
Con mucha organización y, sobre todo, con ayuda. Siendo madre, todo se vuelve más complicado. Es como hacer un “puzzle” cada semana: tú vas aquí, yo recojo allá, tú entrenas hoy, yo mañana.
Por suerte, cuento con una red que me apoya mucho: mi pareja, mi familia, incluso amigas. Sin ese respaldo, sería inviable. El deporte requiere tiempo y energía, y para poder entregarme a ello necesito que el resto de mi vida esté bien sostenida.
¿Crees que el balonmano recibe la visibilidad que merece?
Sinceramente, no. Comparado con el fútbol, no llegamos ni a la suela del zapato. Se ha avanzado mucho, especialmente en balonmano femenino, pero aún estamos muy lejos.
Es cierto que ahora se televisan más partidos, como la Copa de la Reina o algunos torneos europeos, y eso es un paso adelante. Pero todavía falta visibilidad, sobre todo en medios generalistas.
Me sorprende que incluso a las campeonas de Europa en fútbol femenino les cueste tanto aparecer en la prensa. Entonces, ¿qué queda para otros deportes como el balonmano? Pero bueno, seguimos luchando.
¿Y entre el balonmano masculino y femenino, sigue habiendo diferencias?
Sí, aunque cada vez menos. En mi época, las diferencias eran muy grandes: en sueldos, en atención, en cobertura. Hoy, afortunadamente, se nota un cambio.
Ver pabellones llenos en partidos femeninos ya no es algo raro. Las niñas tienen referentes, hay más apoyo desde las instituciones y los clubes. Queda camino, pero vamos por buen sendero.
¿Volverías a jugar el año que viene?
Sí, sin duda. De hecho, desde el club ya se está hablando de crear una sección de veteranos y veteranas, con entrenamientos regulares, al menos una vez por semana. Ahora que lo hemos probado, queremos seguir.
Mientras el cuerpo lo permita y el club nos apoye, ahí estaremos. Nos hemos reencontrado con algo que creíamos perdido y no queremos soltarlo.
Para cerrar, ¿qué mensaje enviarías a tus compañeras, entrenadores, familia, o a quienes creen que el deporte se termina con la retirada?
El mensaje es claro: el deporte nunca se acaba. Se transforma, pero no desaparece. Hoy más que nunca, sabemos que el ejercicio físico, la alimentación y el bienestar son esenciales para una vida saludable.
Mis compañeras, aunque no jueguen balonmano, siguen practicando deporte. Y eso es lo importante: mantenerse activas, con constancia, disfrutando. A las familias, les diría que acerquen siempre a sus hijos al deporte. Les enseñará valores, compañerismo, esfuerzo… y les dejará recuerdos imborrables.
