Desde hace casi siete años, he dedicado mis mejores energías a un proyecto que hoy es una realidad sólida y fecunda en la ciudad de Elche, la Fundación Conciénciate, que nació en agosto de 2017 (entonces como asociación), como consecuencia del deseo que teníamos algunos universitarios y jóvenes profesionales de fomentar el voluntariado social entre los jóvenes. Quiero aprovechar la invitación de Elche Capital para compartir algunas de las enseñanzas que ha supuesto para mí la dedicación a este proyecto.
Para quien no nos conozca, comenzaré por ofrecer algunos datos generales. Conciénciate cuenta hoy con dos importantes recursos sociales a disposición de la ciudad: seis viviendas sociales, y un centro de acogida y pernocta de personas sin hogar. Pero es, sobre todo, una entidad con más de 350 voluntarios, que desarrolla actividades de voluntariado en diversas áreas. Niños y niñas en riesgo de exclusión social, personas mayores, personas con discapacidad, personas migradas, personas sin hogar y el dispositivo de emergencia alimentaria.
Los voluntarios y voluntarias son el alma de nuestro proyecto, y esta es precisamente la primera de las enseñanzas a que quería referirme. Durante estos siete años he podido constatar, en la práctica, que el voluntariado tiene un enorme potencial formativo para los jóvenes, y es un potente factor de transformación social. Son muchos los voluntarios que nos han transmitido que el voluntariado les ha ayudado a ser más empáticos, a salir de sí mismos, a vencer la timidez. En definitiva, a ser mejores personas. Jóvenes que, cuando más adelante desarrollen sus actividades profesionales, lo harán con la nueva mirada que les aporta haber descubierto las necesidades de los demás, especialmente de quienes son más vulnerables, y la riqueza que hay en toda persona humana.
En segundo lugar, la dedicación a Conciénciate me ha ayudado a descubrir y abrir la mirada a las necesidades sociales. A saber tratar a las personas con discapacidad y a las personas mayores, a conocer la dramática realidad de las personas sin hogar, a acercarme a muchas familias que no pueden llegar a fin de mes, a valorar lo que significa el duelo migratorio para personas que han tenido que salir forzosamente de su país, como los refugiados que han llegado de Ucrania a consecuencia de la guerra. Y he podido percibir que Elche es una ciudad solidaria en la que hay, por ejemplo, muchos empresarios socialmente responsables que apoyan con generosidad a los colectivos que he mencionado, pero también con enormes necesidades sociales, que se agudizaron a causa de la pandemia.
Invito a cuantos quieran conocernos y acercarse a estas situaciones a acudir a nuestra sede. Estoy seguro de que el contacto con las personas más vulnerables y excluidas no les defraudará en absoluto, sino que les resultará muy fecundo y enriquecedor.