La historia de Nueva Tabarca —la única isla habitada de la Comunidad Valenciana— no puede entenderse sin la huella de Elche, ciudad que ejerció durante siglos la autoridad sobre este enclave estratégico del Mediterráneo. Fue el 4 de mayo de 1324 cuando el Rey Jaime II de Aragón “el Justo” cedió al Infante Don Ramón Berenguer la Villa de Elche y su puerto marítimo, el Cap de l’Aljub, lo que sentó las bases del futuro municipio costero de Santa Pola. Desde ese momento, y durante buena parte de la Edad Media y Moderna, la jurisdicción sobre la actual isla de Nueva Tabarca quedó en manos ilicitanas.
En el año 1337, el Consejo de Elche obtuvo permiso para construir una torre defensiva en la isla —que por entonces aún no contaba con una presencia estable— con el fin de proteger la costa de los ataques piratas. No era una preocupación menor: en aquella época, la isla servía de base para corsarios berberiscos que asolaban las riberas levantinas. Cabe recordar que la isla está más próxima a Santa Pola (a apenas 8 kilómetros) que a Alicante (a unos 22 kilómetros), lo que reforzaba su dependencia natural de Elche.
Sin embargo, con la llegada del siglo XVIII y la política repobladora impulsada por el Rey Carlos III, el equilibrio jurisdiccional comenzó a alterarse. Tras el rescate de los cristianos genoveses cautivos en la isla tunecina de Tabarka entre 1768 y 1769, el monarca decidió establecer una colonia estable en la entonces llamada Isla Plana, que pasó a denominarse oficialmente Nueva Tabarca.
El proceso de colonización y fortificación, encabezado por el coronel de ingenieros Fernando Méndez de Ras, fue gestionado directamente desde la ciudad de Alicante. Según apunta el historiador Pérez Burgos, ya en 1769 existían indicios claros de una rivalidad jurisdiccional entre Elche y Alicante, en parte alimentada por este proceso de transformación militar y social de la isla. Aquel mismo año se llevó a cabo un deslinde entre ambas ciudades, que dejó a Tabarca bajo la autoridad de Alicante. Esta situación se consolidaría en 1773, cuando el propio Carlos III intervino en el arbitraje y otorgó a los tabarquinos diversos privilegios.
Pese a ello, Tabarca continuó figurando en la memoria histórica ilicitana. En 1812, con la Constitución liberal de Cádiz, el municipio salinero de Santa Pola se segregó formalmente de Elche, proceso que fue ratificado en 1835, cerrando así una etapa de más de cinco siglos de vínculo territorial y administrativo. Con Santa Pola ya independizada, la conexión oficial entre Elche y Tabarca quedó definitivamente deshecha, aunque las raíces históricas y culturales siguen vivas en el relato de ambas localidades.
Hoy, Nueva Tabarca es una partida rural del municipio de Alicante, pero sus orígenes, su defensa en la Edad Media y parte de su alma continúan siendo profundamente ilicitanos.






Daniel Ruiz Perona











