OPINIÓN

Rumbo al futuro

02 de mayo de 2024 - 09:00
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Que las comunicaciones y los transportes son uno de los ejes fundamentales del desarrollo económico y social de cualquier civilización es algo la humanidad conoce desde hace siglos. Por ello, los romanos se dedicaron a construir calzadas por todo el imperio conectadas con Roma. Más tarde, el imperio español, el más grande que la historia ha podido contemplar jamás, estableció la famosa Ruta del Oro, todo un conjunto de conexiones marítimas que unían las colonias con la península ibérica, así como la Ruta de la Plata, que conectaba las minas de Potosí, en Bolivia, con los puertos de México y Perú. La misma razón fue la que llevó a los países del norte de Europa a construir, durante la primera mitad del siglo XIX, las primeras grandes redes ferroviarias.

Volviendo ya al año 2024, hay algo que los madrileños no valoran lo suficiente, pero que a quienes venimos de fuera nos deja boquiabiertos al principio, y no es otra cosa que el transporte público. La capital cuenta con un gran entramado de metro, cercanías y autobuses que te permiten, en apenas dos horas, conectar cualesquiera dos puntos de la comunidad, e incluso llegar a provincias limítrofes. Además, todo con un único abono transporte. Y eso por no hablar de las conexiones hacia el resto de España. Alta velocidad ferroviaria que une Madrid con casi cualquier punto de este país nuestro en unas tres horas. Esa manía histórica de nuestros gobernantes de no llamarlo España, sino Madrid con cosas.

Y cada vez que me subo a alguno de estos medios de transporte, se me pierde la mirada en dirección al Mediterráneo y me hago la misma pregunta: ¿por qué Elche no puede tener, dentro de sus posibilidades, algo parecido? ¿Quién ordenó la marginación histórica a la que nos hemos visto sometidos durante décadas? Tenemos el único aeropuerto de España sin conexión ferroviaria, un tren de cercanías caduco que tarda más que un desfile de caracoles (cuando no se retrasa o se avería) y, hasta hace poco, una odisea para conectarnos con la capital de España (ahora disfrutamos de la increíble cifra de dos trenes diarios directos). Ingredientes poco apetecibles para una ciudad que aspira a ser en importancia lo que es en población: el 19º municipio de España.

La semana pasada nos despertábamos con la noticia de que Carlos Mazón y Pablo Ruz van a cumplir una de sus grandes promesas electorales en lo que a nuestra ciudad se refiere (un político cumpliendo promesas, ¡compra lotería, chiquillo!). Sobre todo, para el primero, ya que los candidatos a la Generalitat Valenciana suelen prestarle entre poca y ninguna atención a Elche. El TRAM será una realidad en tierras ilicitanas. Y, precisamente, la primera línea será la que acabe con esa dicotomía de tener que pedirle a alguien que te recoja del aeropuerto o rascarte el bolsillo en un taxi. Ahora podrás ir y volver tú solito por muy poco dinero. Además, anunciaban ambos que, gracias a un acuerdo entre el Ayuntamiento de Elche y la Generalitat Valenciana, antes de que acabe la legislatura estará construido el primer tramo, que unirá Carrús y el Parque Empresarial, donde miles de ilicitanos acuden cada día a trabajar teniendo que utilizar su vehículo, porque si tienen que depender del autobús, apaga y vámonos.

Y no se va a quedar ahí. El futuro TRAM unirá Elche también con la estación de AVE, conectando además ésta con el aeropuerto, y la ciudad con otros municipios de su entorno. Como si fuésemos de Atocha a Barajas y de la Puerta del Sol a Getafe. Por fin empezamos a parecer una ciudad y no un pueblo muy grande. Y esto es una cuestión creérselo, que es lo que nunca han hecho los gobiernos municipales. Históricamente hemos asumido ese rol secundario que desde instancias superiores nos han impuesto, haciendo creer a los propios ilicitanos que era el lugar que nos correspondía. Pero Elche merece más. El tejido agroalimentario, industrial y económico de Elche es de primera, y merecemos unas infraestructuras a la altura de nuestro capital humano. Que el TRAM solo sea el principio. Continuemos tirando abajo todas las puertas que hagan falta y saltando los muros que sean necesarios para ampliar y mejores nuestra red de transportes y comunicaciones, y agrandar así nuestras conexiones con nuestro área de influencia.

Pongamos rumbo al futuro.