San Vicente Ferrer, el «patrón de Valencia y de todo su Reino», dejó una huella imborrable en tierras levantinas con sus sermones cargados de fervor y excelente oratoria. En la ciudad de Elche, sus palabras resonaron en la céntrica Plaza del Ayuntamiento, donde miles se congregaron para escuchar sus enseñanzas frente a la histórica villa. Hoy, una antigua columna y una placa conmemorativa empotradas en la fachada del edificio consistorial son testigos silenciosos de su paso por estas tierras, recordando su canonización y su compromiso con la ciudad ilicitana. El legado de San Vicente Ferrer se extiende a lo largo de los siglos en Elche, donde la devoción por el santo es palpable en cada rincón. En pedanías como Perleta y Maitino, sus festividades se celebran con fervor, mientras que en el barrio de Altabix, una parroquia lleva su nombre en honor a su patrocinio. Además, numerosos ilicitanos llevan el nombre del patrón valenciano, demostrando su arraigo en la identidad local.
Sin embargo, es la fiesta de la «Mona» la que más entusiasma a los habitantes de Elche. Este tradicional evento, celebrado el segundo lunes de Pascua, es una ocasión para reunirse en el campo, disfrutar de la gastronomía local y compartir momentos de alegría en familia. La «Mona de San Vicent», un bollo azucarado con huevo duro en el centro, es el símbolo indiscutible de esta festividad, que este año fue especialmente celebrada tras días de lluvia y nubarrones. La leyenda popular atribuye el huevo duro de la «Mona» a la calva de Fray Vicente Ferrer, una curiosa asociación que refleja la profunda conexión del santo con la comunidad ilicitana. A pesar de su origen incierto, esta tradición sigue perdurando en Elche, donde el Día de la Mona se vive con pasión y entusiasmo año tras año. Este lunes 8 de abril, Elche se prepara para celebrar una jornada llena de tradición, gastronomía y naturaleza en honor al legado de San Vicente Ferrer.
El segundo Día de la Mona es una festividad muy especial en Elche, donde las familias y amigos se reúnen para disfrutar de tradicionales comidas y momentos memorables. Es una oportunidad para adentrarse en la naturaleza, ya sea en el campo o en la playa, llevando consigo una mochila repleta de delicias culinarias como bocadillos de magra con tomate, coca salada, tortilla de patatas, alcachofas, habas tiernas, fogasetas y monas recién hechas.