ARTÍCULO

Un homenaje al legado de los Albarranch y a la esencia de la fiesta ilicitana


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Pepe Ruiz
28 de julio de 2024 - 10:47

En esta segunda ola de calor del periodo estival y en plena canícula, con temperaturas que rozan los cuarenta grados, uno se acuerda mucho del fuego, ese elemento natural de la naturaleza que, usado de forma racional produce bienestar en época de invierno y en las mentes calenturientas, incendios y destrozos. El fuego lo hemos utilizado como ritual, como algo purificador, para la agricultura de roza o itinerante. En esta zona del levante peninsular tenemos la tradición de celebrar los eventos familiares o las fiestas locales con tracas, cohetes o saltando la hoguera a la vora del mar en nuestras playas. Relacionada con el fuego está la pólvora, cuyo origen sabemos que es chino. Pero el fuego y la pólvora, entendida como fuegos artificiales, la introdujo un tal Marco Polo en 1295 en la península itálica.

A escasas dos semanas de las fiestas patronales, y relacionado con todo lo anterior, me gustaría dedicar el presente artículo a una familia de rancio abolengo ilicitano,los ALBARRANCH. El origen de lo que conocemos como Alborada se pierde en la noche de los tiempos; era una ofrenda que se realizaba a la Virgen de la Asunción y que en 1892, siendo alcalde Mariano Gómez Aznar, se produjo el primer lanzamiento de lo que conocemos hoy en día como Palmera de la Virgen( señores, la imperial se encuentra en el Huerto del Cura). Le debemos tal honor a Vicente Albarranch Serrano, pirotécnico de la población que quiso, de una forma magistral, poner el broche de oro a la Nit de L’Albà. En aquel entonces la palmera tenía sólo dos docenas de cohetes, frente a las 150 docenas de las últimas décadas. Se lanzaba desde la Torre del Concejo, puerta sur de la ciudad amurallada medieval, donde se ubica el ayuntamiento. A partir de 1969, y para darle mayor vistosidad, se trasladó su lanzamiento al campanario de la basílica de Santa María.

Dicha familia de maestros pirotécnicos cerró sus puertas en 1965 (fundaron la empresa en 1850 en el Llano de San José), tras un largo paréntesis y ya en el 2004, Vicente Albarranch Peñarrubia se incorporó a la Pirotecnia La Alpujarreña hasta el fatídico accidente que acabó con su vida en la que para mí ha sido la noche más triste como ilicitano(13-VIII-2012) por el sentimiento de pertenencia que tengo con todo lo que sea ELCHE. Su hijo Vicente Albarranch García, que le apasiona su trabajo y es un gran profesional, como lo fueron todos sus antepasados, es un claro defensor, como Dios manda, de su familia y de su legado, sustenta en sus hombros el peso de la Historia y hoy en día sigue con la tradición familiar de la pólvora, trabajando para la Pirotecnia TURIS.

Los Albarranch es un saga familiar de renombre en la población. Desde el fundador de la pirotecnia, pasando por José Albarranch Ruiz y José Albarranch Blasco( fue el que decidió abandonar el negocio familiar y dedicarse a la fabricación de calzado). No podría dejarme al que para mí ha sido el mejor pintor del pueblo, dejando a un lado la pólvora y los fuegos de artificio. Que me perdone el gran Pedro Ibarra, Mariano Antón, Sixto Marco o Fernando Sánchez y Juan. Me estoy refiriendo a Vicente Albarranch Blasco. No es artículo éste para hablar de óleos sobre lienzos pero querría remarcar una anécdota de este insigne ilicitano de pro. Estando preso en el Reformatorio de Adultos de Alicante tras la guerra civil pidió una última voluntad. Quiso que le subieran a la parte más alta de la cárcel para que, el 13 de agosto, pudiera contemplar los destellos de su última Alborada y con ella, poder estar de algún modo con su familia. Moriría tres días después dejando un legado artístico de mucha categoría.

En las últimas décadas parece ser que la Alborada no está cumpliendo con su esencia. Quiero remarcar que no es un espectáculo de fuegos artificiales como hay cientos de ellos por el orbe, sino que es algo único y debe volver a ser más participativa. ¿Qué quiero decir con ello? Que el pueblo debe participar más en ella desde sus balcones, desde sus terrazas. No deja de ser una Ofrenda a la Patrona, y si queremos que se conserve fiel a la tradición debería haber mayor participación de gente con cohetes caña. Estos cohetes ascienden al cielo ilicitano invocando plegarias, pidiendo por un familiar enfermo, dando gracias por un recién nacido o recordando la memoria de un ser querido. Es algo espontáneo, donde prima la instantaneidad y donde no debería estar tan programado ( somos conocedores que existe una normativa de pirotecnia ). Si queremos fomentar el lanzamiento entre los ilicitanos, deberíamos poner precios populares a diez euros a esos cohetes de caña, deberíamos recuperar la tradicional palmera de los Albarranch, ¿qué es eso de la invención esa del cohete-ofrenda a un alto precio que se han inventado desde la Gestora de Festejos Populares? Aquí, la protagonista es la Madre De Dios y el actor secundario, el pueblo, y como es de bien nacidos ser agradecidos, creo estaría muy bien hacerle un sentido y merecido homenaje a Vicente Albarranch. Va a hacer doce años de aquella noche triste y seguro que desde el cielo, que es allí donde van las buenas personas, donde lanzamos nuestros cohetes y donde miramos hacia arriba en el Misteri, nos estará esperando para agradecérnoslo. IN MEMORIAM