Marc se graduó, me invitó a su fiesta.
Tras el acto de graduación y el pertinente vino de honor con canapés fríos y bocados calientes, padres y otros familiares se marcharon, dejando a los recién titulados disfrutar de una joven noche de junio. Me fui con Marc y sus compañeros a la discoteca de moda de aquel momento, donde también me encontré con Daina y otras amigas. Todos bailamos, reímos, bebimos. Sobre las cuatro de la madrugada cerraban la disco, llegando así la hora de marcharse a casa. Yo había utilizado mi coartada habitual: siempre con amigas y a dormir a casa de Daina. En esta ocasión, Daina no sabía que yo no disponía de alojamiento. No era habitual en mí andar sin planes, pasar por alto la organización de algo, el dejarme llevar por las circunstancias. Aquella noche me apetecía pasarla con «Marc, mi amigo especial». Todos los universitarios nos juntamos fuera del local. Algunos proponían comprar alcohol en la gasolinera y seguir con un botellón en el mismo polígono de la discoteca; otros ofrecían continuar la fiesta en varios pisos de estudiantes. Unos, ebrios, se sentaban en las aceras a tratar de despejarse; otros emprendían la marcha hacia sus casas o pisos compartidos. Marc y yo nos miramos. Estaba despeinado, con el pelo más alborotado de lo normal. Llevaba la corbata torcida y su chaqueta de traje descansaba en el antebrazo; horas antes había guardado sus gafas redondas en el bolsillo interior de la misma.
«¿Qué hacemos ahora?», me pareció que pensaba al mirarme y encogerse de hombros. Me acerqué a él, le coloqué la corbata y comenté en voz baja: «Tengo frío». Marc tomó su chaqueta y me la echó por los hombros. Frotó sus manos por mis brazos, por encima de las mangas, tratando de aportarme calidez.
—¿Mejor?
—Sí, gracias —sonreí tímida, algo aturdida aún por el alcohol consumido en las horas previas.
—¿Qué hacemos, María? ¿Dónde te gustaría ir?
—A tu cama… —expresé con decisión arrepintiéndome de inmediato—. Estoy cansada, tengo sueño —quise suavizar.
—¡Pues vamos a colarte en mi cuarto! —Sonreí de oreja a oreja. Marc dijo—: Sabes que es un Colegio Mayor solo para chicos, ¿verdad, María? ¡Tendrás que portarte muy bien! ¿Sí?
Mis ojos se abrieron como platos y empecé a reír dejándome caer sobre el torso de Marc. Él me abrazó. Me apartó el pelo de la cara. Besó mi mejilla. Notaba su respiración agitada cerca de mi oreja. Su corazón bombeaba palpitante. Marc estaba nervioso. Descrucé mis manos, cautivas entre nosotros, y lo abracé por la cintura. Nuestros cuerpos quedaron totalmente pegados. Noté mis pechos apretujados contra su pecho, y el calor de su miembro aprisionado contra mi abdomen.
—Soy una buena chica, me portaré bien —le susurré al oído.
Fue divertido saltar la valla trasera del Colegio Mayor. Marc me recogió el pie descalzo con las manos para auparme. Remangué mi vestido con una mano, pasé ambas piernas al otro lado y, sujetando la americana de Marc sobre mis hombros, me dejé caer sobre el césped mullido de los jardines que bordeaban el edificio. Contuve la risa hasta que Marc cayó sobre la mitad de mi cuerpo.
—¡Au! ¡Pórtate mejor conmigo, Marc! ¡Pesas mucho!
Los dos reímos en silencio. Sigilosos corrimos agachados hasta alcanzar la portería. Marc sacó una llave y metiéndola en la cerradura me dijo:
—En la recepción hay un sillón. Si vemos a un hombre mayor sentado, tú no te pares, vete a paso ligero hacia la derecha y sube las escaleras hasta el tercer piso. No enciendas ninguna luz. Espérame al final del pasillo de la tercera planta. —Antes de girar la llave, me abrió la americana para que metiera los brazos, recogió mi pelo, me lo guardó dentro de la chaqueta y me dijo—: Así pareces más un chico. Quítate los zapatos y haz lo que te he pedido.
Agravé mi gesto para que viera que me lo estaba tomando en serio, asentí con la cabeza y, entrando detrás de él, pegadita a su cuerpo para ocultarme el máximo tiempo posible, seguí sus instrucciones. Marc caminó tras de mí sin mediar palabra. Una de dos: o no había vigilante alguno en el sillón, o el conserje se había quedado dormido. No me giré hasta llegar a la tercera planta. Apenas veía los escalones que se intuían por el leve reflejo de las luces de emergencia del edificio. En el pasillo, Marc me adelantó y me tomó de la mano para guiarme, él sí se conocía bien el camino. Hurgó entre sus llaves hasta dar con la de su habitación. Oímos pasos subiendo la escalera. Marc se apresuró a abrir la puerta y a cerrarla con el máximo cuidado posible cuando ya estábamos dentro. Nos dejamos caer sobre la cama. Y nos tapamos la boca con las manos para aguantar la risa nerviosa generada por el estrés de la hazaña. Pronto nuestros ojos se acostumbraron a la penumbra de la habitación. Nos quedamos allí tumbados, uno junto al otro, apaciguando nuestra respiración.
—¿Y ahora qué, amigo Marc?
—Ahora lo que tú quieras, María —contestó acariciándome la mejilla.
—¿Habías estado antes con una chica? —quise que “mi amigo” me contara.
—Sí —dijo escueto. Un silencio cargado de paz invadió el ambiente. Me sentí tranquila porque, al menos, no seríamos dos pardillos inexpertos.
—Yo no —comenté mirándole a los ojos, con la madurez de mis veintidós años y con la calma de estar hablando con un amigo, en confianza.
—¿Y quieres que lo arreglemos? —sugirió sin pudor su practicidad matemática.
—La verdad, ¡estaría bien! —afirmé riendo, para restarle dramatismo al asunto.
Marc se acabó de voltear hacia mí. Vi como su cara se acercaba a la mía, poco a poco, tan despacio que me dio tiempo a ver como él cerraba sus ojos antes de alcanzar mis labios. Yo también cerré los míos y me dejé llevar por sensaciones que nunca antes había experimentado. Sus labios se posaron sobre los míos y, al abrirse, también ahuecaron los míos. Sentí como su lengua húmeda y caliente abarcaba mi boca. Pensé que debía hacer lo mismo, así que dejé que mi lengua acompañara a la suya en círculos concéntricos, mojados y delicados. Enseguida noté el calor en mi entrepierna. Marc se incorporó y me ayudó a bajar de la cama para quedar de pie, frente a él. Sentado a los pies de la cama, delante de mí, bajó la cremallera de mi vestido y mis tirantes hasta que la prenda cayó al suelo. Me agarró de la cintura para atraerme hacia él y besarme el ombligo. Luego me desabrochó el sujetador, lo deslizó por mis brazos para desprenderme de él y observar mi busto desnudo. Sin mediar palabra, subió sus manos por mi espalda, sujetándome ahora por los omoplatos. Arrimó su boca a mis pechos. Con delicadeza, primero besó uno, y luego se entretuvo con el otro, agarrándome el pezón entre sus labios. De mi boca se escapó un gemido. Presa de la inmensa excitación, dejé caer mi cabeza hacia atrás. Se ve que eso asustó a Marc, porque ágil se incorporó para sujetarme la nuca con la palma abierta de su mano. Cariñoso, me colocó sobre la cama de nuevo. Yo permanecía con los ojos cerrados, mordiéndome el labio inferior, tratando de no desmayarme de placer. Marc tiró primero de mis bragas hasta que salieron de mis pies, y luego estiró de mis piernas para colocarme al borde de la cama. Sentí su boca besando mi vulva. ¡Dios, casi me muero de gusto! Empecé a gemir, a punto de explotar. Eso detuvo a Marc, que abandonó su trabajo y se dejó caer sobre mi cuerpo. Apenas pude abrir los ojos para toparme con la respiración jadeante de Marc en mi cara. Entonces fui yo quien lo besó con pasión, metiéndole mi lengua hasta que no dio más de sí. Eso le aportó a Marc la confianza para continuar explorándome. Noté un aguijonazo en la vagina, un dolor punzante que se intensificaba al ritmo del latir de mi corazón, que resonaba en todo mi cuerpo. Y mi sexo, ansioso de deseo, empezó a convulsionar animado por los dulces y constantes movimientos de Marc sobre él. Un gozo extremado me hizo estallar en un tumulto de emociones inexploradas, tan intenso que me hizo desvanecer.
Volví a la consciencia porque Marc me daba palmaditas en las mejillas.
—Ey, María. ¿Estás bien?
—Mejor que en toda mi vida… —atiné a responder con voz de borracha.
Marc se rio, me plantó un beso en la frente y me echó una sábana por encima.
Susi Rosa Egea
Fragmento de la novela La vida secreta de Junio Sanz
5a Finalista Premio Planeta de Novela 2024
Finalista Mejor Novela Ficción Contemporánea XII Premios Círculo Rojo 2025