El Palmeral de nuestra ciudad sigue siendo objeto de un encendido debate en torno a su protección y conservación.
El Palmeral, como modelo productivo de cultivo, funcionó durante más de mil años gracias a la extraordinaria eficiencia de su red de acequias, diseñadas y adaptadas magistralmente a nuestra singular orografía por los musulmanes. Ellos nos legaron sus técnicas ancestrales de aprovechamiento del agua en zonas de gran aridez, como la nuestra.
El arraigo de esta estructura agrícola productiva está profundamente imbricado en la cultura y las costumbres de Elche, cuyos habitantes la han vivido desde que nacen hasta que mueren. El binomio economía-cultura, de la mano, fue la clave para su conservación durante siglos.
Esta breve introducción nos sitúa, una vez más, ante la demagogia que se ha apoderado del discurso político, transformando en leyes innecesarias y contraproducentes lo que durante siglos se gestionó de forma equilibrada.
Culpar del declive del Palmeral al urbanismo desmedido y crear leyes para castigarlo refleja un discurso ideológico miope y sesgado. Cualquier persona que estudie mínimamente la evolución histórica del Palmeral sabe que su declive comienza mucho antes de la expansión urbanística de la ciudad y, más concretamente, cuando dejó de ser rentable.
La llegada del ferrocarril, Riegos de Levante y el trasvase Tajo-Segura supusieron grandes avances para la ciudad, pero también un cambio radical en el modelo productivo agrícola ilicitano, que culminó con el abandono casi total de los huertos.
Una vez perdido el valor económico, solo nos queda el valor cultural de este binomio. Y la cultura debe fomentarse desde la infancia, en los colegios.
Más allá de los diversos usos posibles que pueden desarrollarse en los huertos, contribuyendo a financiar su mantenimiento, hay un factor vital que se está descuidando y que puede resultar letal a corto plazo: el desconocimiento de este entorno por parte de los más pequeños.
En este sentido, el Ayuntamiento y la Consellería pueden (y deben) actuar de manera mucho más efectiva, yendo más allá del cansino y contraproducente castigo a la necesaria actividad urbanística privada de la ciudad.
En concreto, el Ayuntamiento y la Consellería administran aproximadamente una veintena de centros educativos dentro o en la zona de amortiguamiento del Palmeral Histórico: Baix Vinalopó, Luis Cernuda, Candalix, Ferrández Cruz, Jesuitinas, San Fernando, El Palmeral, Salesianos, Hispanidad, Reyes Católicos, CEIP Mediterrani, IES Cayetano Sempere, Pedro Ibarra, Asunción, La Torreta, Instituto Politécnico, UNED y el Centro Ocupacional del SERVEF.
En términos de superficie, estos centros ocupan más de 230.000 m², de los cuales apenas un 5% de sus espacios libres están destinados a zonas verdes; el restante 95% está cubierto de asfalto u hormigón.
Una Transformación Necesaria
En un mundo donde la conciencia ambiental es cada vez más importante, la transformación de las infraestructuras escolares debería desempeñar un papel crucial. En este contexto, y sin descuidar la importancia de la actividad deportiva de los niños, transformar parcialmente las pistas de hormigón en los colegios y sustituirlas por superficies naturales, ajardinadas o replantadas con palmeras sería una iniciativa con múltiples beneficios tanto para el medio ambiente como para la educación.
Beneficios Ambientales
1.Reducción del Calor Urbano: El hormigón absorbe y retiene calor, contribuyendo al efecto de isla de calor en las ciudades. Las áreas verdes, en cambio, reflejan la luz solar y proporcionan sombra, ayudando a mitigar el calor y creando un ambiente más fresco y habitable.
2.Mejora de la Calidad del Aire: Las plantas actúan como filtros naturales, capturando polvo y contaminantes, lo que mejora la calidad del aire alrededor de los colegios y, por ende, la salud de los estudiantes.
3.Gestión de Aguas Pluviales: Las superficies permeables permiten una mejor gestión de las aguas pluviales, reduciendo el riesgo de inundaciones y ayudando a recargar los acuíferos subterráneos.
Beneficios Educativos
1.Conciencia Ambiental: Tener espacios naturales en los colegios permite a los niños interactuar directamente con el medio ambiente, fomentando una conexión más profunda y una mayor responsabilidad hacia la naturaleza.
2.Educación Práctica: Estos espacios pueden utilizarse para actividades educativas, como huertos escolares y proyectos de ciencias, que enseñen a los niños sobre sostenibilidad y prácticas agrícolas.
3.Salud y Bienestar: Las superficies naturales promueven el juego al aire libre, contribuyendo a un estilo de vida más activo y saludable. Además, el contacto con la naturaleza ha demostrado reducir el estrés y mejorar el bienestar mental.
4.Desarrollo de Habilidades Sociales: Las áreas ajardinadas pueden convertirse en espacios de interacción social donde los niños aprendan a trabajar en equipo, compartir y respetar el entorno.
Países como Finlandia, Suecia, Países Bajos, Nueva Zelanda o Canadá valoran el contacto con la naturaleza y el bienestar emocional y físico de los estudiantes. Esto se refleja en el diseño de las escuelas, donde las zonas verdes juegan un papel central.
Nos jugamos el futuro, y el del Palmeral, en ello.