OPINIÓN

El Legado de un Jubilado: El CAU

22 de junio de 2024 - 02:58
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Existe un “run run” de que cuando una persona se jubila, queda relegada y apartada de la sociedad productiva. Por lo tanto, hay una doble visión: por una parte, se lo merece porque ha trabajado y cotizado durante el periodo establecido por la ley y ahora tiene su justa recompensa; y por otra parte, se considera que se dedica a la “dolce vita” sin ser productiva.

Esta segunda percepción se aleja de la realidad, pues los jubilados sí contribuyen y mucho al desarrollo del engranaje social. Muchos de ellos apoyan de forma efectiva a sus hijos, ya sea económicamente y/o cuidando a los nietos. También están los que viajan, principalmente por España, beneficiando a la economía local mediante el gasto en comida, alojamiento, visitas y compras. Además, hay otro colectivo de jubilados que se dedica a actividades culturales en una amplia diversidad de facetas, como clubes de lectura, asistencia a la universidad, paseos saludables y la dedicación a aficiones como la escritura, pintura y escultura.

Un claro ejemplo del magnífico legado que puede dejar un jubilado es el CAU de Elche. Mariano Ros Aguilar, zapatero de profesión, al jubilarse en 1970 decidió dedicarse en cuerpo y alma a su afición: la escultura y pintura, que hasta entonces no había podido desempeñar por motivos profesionales y familiares.

En principio, eligió un lugar cerca del pantano de Elche, donde había grandes piedras para esculpir motivos ilicitanos como la Dama de Elche y el escudo de Elche. Sin embargo, alguien protestó porque estaba utilizando un terreno público y se le prohibió continuar su labor en ese lugar. Mariano Ros Aguilar buscó otro lugar al norte de la urbanización Bonavista, en el camino de Monfort y luego en el camino de la cantera de Santa María, que también reunía las condiciones que él necesitaba: piedras grandes para esculpir motivos ilicitanos y ahora además pintarlos.

A este lugar lo bautizó como el CAU. Es un lugar más espacioso que el anterior; aquí nadie protestó sobre su actividad y además comenzó a tener un colaborador con la misma afición. De forma espontánea, con dedicación, esfuerzo y constancia, el CAU se ha convertido en un lugar que contiene una gran cantidad de verdaderas “obras de arte” esculpidas sobre piedra y pintadas, con diferentes motivos de Elche.

Están abiertas al público y cada día aumenta el número de visitantes que quedan sorprendidos y encantados del lugar, por lo que su fama se propaga de boca en boca y va en aumento exponencial. Sin embargo, esta situación tiene un “pero”: el CAU y sus estupendas esculturas pintadas están en alto riesgo.

¿Por qué? Porque el lugar no está vallado y, por lo tanto, está expuesto a actos vandálicos (que no entiendo por qué se producen, pero la realidad es que ocurren). Los autores de estas esculturas son muy mayores o han fallecido y los que ahora se encargan de su cuidado son voluntarios, a quienes hay que agradecerles su dedicación, pero que están sin ninguna dirección establecida. Es un lugar sin protección física ni legal, municipal y/o de una asociación o fundación.

Este es un punto pendiente de resolver y debería abordarse a corto plazo si queremos seguir disfrutando de El CAU en el futuro.