OPINIÓN

El voto inútil

01 de julio de 2024 - 11:59
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Ha llegado a Madrid una de las épocas más bonitas y coloridas del año: han comenzado las fiestas del Orgullo. Durante estos días, miles de personas venidas de todo el mundo hacen de la capital de España un referente mundial de la diversidad. Una fiesta del pueblo, de la cual los políticos, una vez más, pretenden apropiarse y sacar rédito, en esta permanente campaña electoral en la que nos han colocado los tiempos modernos.

A propósito de la cuestión de la orientación sexual, esta semana hemos vuelto a asistir al juego de trileros al que nos tienen acostumbrados los dos grandes partidos. En Elche, el Partido Socialista Obrero Español, como cada año por estas fechas, ha vuelto a señalar como facha a todo aquel que no comparta su visión sectaria del colectivo LGTBI. Por su parte, desde el Partido Popular se ha utilizado un ataque homófobo intolerable contra el alcalde para convertirlo en problema nacional y reprochárselo a la izquierda, como si fueran los organizadores del ataque.

Pero los trileros, una vez más, nos han desviado la atención y han vuelto a esconder dónde estaba realmente la bolita. Mientras contemplábamos el bochornoso espectáculo en el que PP y PSOE se tiraban los derechos humanos a la cabeza, por detrás nos han colado un acuerdo histórico entre ambos partidos: la renovación, tras 5 años de bloqueo, del Consejo General del Poder Judicial. Y ésto podría ser una gran noticia si no fuera por la forma de hacerlo y por las consecuencias que implica.

El PSOE lleva cinco años alertando del peligro de la ultra turbo derecha, y culpando al PP nada menos que de abrazar el fascismo y darle alas al neofranquismo. Ahí es nada. Por su parte, en ese mismo intervalo temporal, los populares vienen llamando traidores a los socialistas, acusándoles de entregar España a sus enemigos. Pero parece que ya todo eso da igual. Ni los unos son filofascistas ni los otros son traidores a la patria. Cuando hay un interés en común, que suele tener que ver con el dinero, los trileros se unen y se olvidan de sus guerras estéticas. Dios los cría y ellos se juntan.

El Consejo General del Poder Judicial tiene entre sus funciones la de nombrar a los magistrados del Tribunal Supremo, que a su vez es el único órgano que puede juzgar a los diputados y senadores, ya que gozan del privilegio del aforamiento. Dicho en cristiano, si alguno de sus señorías se ve envuelto en un asunto judicial por tener la manita muy larga, solo tendrá que responder ante unos jueces que son amigos de sus amigos. ¿Se va entendiendo la gravedad del asunto?

Esa es la única razón del acuerdo: que los dos grandes partidos puedan prolongar la corrupción sistémica instaurada desde los años ochenta. Ambos han anunciado su compromiso de reformar el sistema de elección de los vocales del CGPJ para que la política deje de meter la mano en el Poder Judicial. ¡Claro, cómo no!, confiemos en que los dos partidos que han mangoneado a su antojo la justicia los últimos cuarenta años ahora vayan a despolitizarla. ¿Qué puede salir mal?

Yo propongo que les digamos basta. La próxima vez que nos convoquen a unas elecciones generales, antes de introducir la papeleta del PP o del PSOE, acuérdense de Filesa, de la Gürtel, de los ERE, de la Púnica, de Koldo, de Brugal, del Tito Berni y de todos los casos de corrupción conocidos, de los que no hemos conocido y de los que conoceremos. Y acuérdense, sobre todo, de las nulas consecuencias que ha tenido para ambos toda esta corrupción que llevamos cuarenta años pagando.

No les voten. Ni al PP ni al PSOE. No prolonguemos más la corrupción sistémica. El bipartidismo ha demostrado que no tiene ninguna utilidad para los ciudadanos, con independencia de si son de izquierdas, de derechas o mediopensionistas. Que la única utilidad, o más bien inutilidad, del PP y del PSOE, tiene que ver con guardar y hacer guardar sus propios intereses personales. Que se vayan a la mierda.

No les voten. Ni al Partido Socialista Obrero Español ni al Partido Popular. Son el voto inútil.