OPINIÓN

Gente

26 de noviembre de 2024 - 13:28
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Se hace obligado escribir sobre lo acontecido en nuestra tierra. Desde la distancia, el dolor no es menor. He vivido en muchas ciudades a lo largo de mi vida, entre ellas, viví con mis hijas dos años en Catarroja. Allí hicimos amigos, compañeros y, sobre todo, vivimos la realidad de una pequeña ciudad cargada de historias de vida. He visto la devastación de la ciudad en los medios y ayer pude ver en persona las cicatrices que ha dejado en Valencia esta catástrofe. Conmueve y produce dolor ver como los sitios por los que has paseado ahora están arrasados por el barro.

Ayer, (21 de noviembre) participé en una jornada donde hablamos de como la cultura puede ayudar a reconstruir Valencia. Era sorprendente escuchar como desde diferentes instituciones culturales se han volcado para canalizar la ayuda, el esfuerzo, la rabia y la desolación de una ciudadanía que ha perdido su presente. Me sorprendió escuchar a gentes que hablaban de la culpabilidad de no haber sufrido, frente al igual que lo ha perdido todo.

Hemos visto como la solidaridad de la gente (me gusta el concepto gente y no el de personas) ha desbordado a la burocracia y el caos. Bienvenida la ayuda y mi admiración a todas aquellas gentes que sin saber que tenían que hacer fueron y lo hicieron. Somos sociedad por esto, porque reconocemos al de que sufre al lado nuestro como parte de nosotros. Somos humanidad en esencia y en sustancia.

Sin embargo, hay dos cuestiones que me producen dolor y desesperación. Cuando el que sufre está en la calle, en todos los sentidos, no puedes sacar la Constitución y establecer una línea competencial como arma para destrozar al adversario político. Eso es simplemente deleznable. La primera competencia es la humanidad y la solidaridad, esa que ha demostrado la gente desde el minuto cero.

Por otro lado, me produce miedo que, ante la negligencia de los poderes públicos, autonómicos y nacionales, esgrimamos como bandera y como eslogan a los cuatro vientos: “el pueblo salva al pueblo”. Cuidado, no olvidemos que los que también han estado en el barro sufriendo el dolor y la devastación junto a la ciudadanía han sido los responsables políticos locales. Alcaldesas y alcaldes, concejalas y concejales que sí que recogen barro y, como hacen día a día, han estado al frente de los problemas de la gente, tengan o no tengan competencias.

Por eso, no compro las soflamas de guerra de aquellos que alientas en fascismo contra el poder establecido por el simple hecho de ganar también su parte del pastel en el caos y la desolación. Frente a la mala gestión esta nuestro voto en una urna que aprueba o desaprueba la gestión de los dirigentes. La democracia no se toca porque es nuestro pacto de convivencia, ese que saca a la calle a la gente para demostrar que somos nuestra mejor versión en la adversidad.

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