Al hacer un balance rápido del año es fácil caer en dos errores: criticar lo mal que va la ciudad (para que te aplaudan los propios) y caer en lo último que ha ocurrido, tendemos a olvidar muy rápido. Pero, también, podemos hacer un balance que esté cargado de datos que respalden nuestros comentarios y den al lector una visión farragosa de la realidad, pero en la que el que escribe deja claro su control sobre el análisis estadístico y la visión racional de la realidad en la que se encuentra la ciudad.
Existen otras maneras de afrontar este reto, quizá más novedosas y menos exploradas: hacer un balance del futuro. Decía Kant que el futuro no se puede analizar, tan solo se puede soñar. Quizá esa sea la solución.
Tengo un trisquel (me encantan las triadas de ideas) sobre la que apoyo mi trabajo como agitador cultural (lo de gestor nunca me ha gustado, al igual que nunca me gustó ser un vendedor de logros en mi etapa política) que me permite tener un proyecto coherente: comprender el pasado, interpretar el presente e imaginar el futuro. Con este trisquel quiero hacer este análisis del año 2024 en Elche.
En las sociedades adanistas se tiende a pensar que el mundo comienza cuando uno asume la responsabilidad. Peor aún es cuando lo primero que se hace es denostar el pasado para crear un futuro más halagüeño que parta desde cero y olvide todo lo acontecido hasta el momento. Todas las generaciones piensan que están viviendo el mejor momento de la historia, que son la generación llamada a cambiar el mundo. Afortunadamente el tiempo pone a cada uno en su lugar y la historia nos hace que no olvidemos el pasado que nos ha traído al presente. En los primeros años de la democracia se alababa del modelo de Estado del Bienestar Ilicitano como ejemplo de una política de primer orden para construir una ciudad para todos.
En un momento de incertidumbre y desafección política, el tender a la polarización es simplemente una irresponsabilidad. Las cuitas entre representantes políticos (es decir, decisores públicos que nosotros hemos votado para que nos representen) es simplemente una falta de respeto al objetivo primordial que tiene todo responsable público: gobernar el espacio común con justicia social. ¿Tan complejo es entender que la democracia consiste en vivir juntos respetando aquello que nos hace humanos y nos da el valor más crucial de nuestra existencia?
Y con esto llegamos a la parte que más me interesa en este balance del 2024: imaginar una ciudad que sea vanguardia de la justicia social, ejemplo de una economía social de mercado y con un proyecto territorial que respete y acreciente su valor como el oasis que nuestros antepasados crearon en una tierra árida.
Ahí va mi resumen prospectivo del año: Somos, por encima de nuestras diferencias democráticas: una ciudad de acogida, de oportunidades, de valores, de cultura compartida, de consensos democráticos y… (el espacio es finito, pero sumen aquí sus propias ideas) Somos una ciudad que fue vanguardia económica, ejemplo medioambiental y espacio de oportunidades personales y profesionales. Y aunque nuestro presente esté desdibujado entre un mar de sobreactuaciones políticas y cuitas interesadas, seguimos representado y queremos seguir siendo un ejemplo de Humanismo Ilicitano para las generaciones futuras.