En este segundo domingo de Adviento, me gustaría hacer mención a los días 6 y 8 de diciembre. Los ilicitanos montamos el Belén, asistimos a los actos institucionales del aniversario de nuestra Carta Magna, afinamos nuestras voces para ensayar los famosos villancicos, vemos cómo se ilumina nuestra población con motivos navideños, presenciamos la procesión claustral con la imagen de nuestra Patrona que pone fin a la Novena de la Inmaculada Concepción, y los más afortunados, aprovechan este puente de La Purísima, para hacer una escapada con la familia.
A colación del día de nuestra Constitución, me gustaría presentaros a nuestro paisano José Lledó Antón (1754-1818), estudió Filosofía y Teología en el Seminario de San Miguel en “Orihuelica del Señor” y fue nombrado canónigo de la Catedral de Murcia. En 1810 fue elegido diputado a las Cortes Constituyentes, pero tras embarcar en Cartagena, y rumbo a Cádiz, fue interceptado en Málaga por las tropas napoleónicas. De allí lo condujeron a Francia por lo que nunca pudo llegar a tomar posesión de su cargo de diputado. La Pepa nos trajo la primera Constitución Española (1812), que, aunque limitaba el culto al catolicismo, fue de las más liberales de aquel siglo XIX.
A esta le siguieron la progresista de 1837 (libertad de imprenta sin censura previa), la conservadora de 1845 (soberanía compartida entre la Corona y las Cortes), la del Sexenio Democrático de 1869 (soberanía nacional); la más larga y duradera de todas, la de 1876 (sufragio universal masculino), la republicana de 1931(voto femenino y estado laico) y la vigente, la nuestra, la de 1978 (reconocimiento de las CCAA). Esta última es la segunda más duradera, algunos quieren reformarla, hacer algún tipo de enmienda e incluso hay partidos políticos, que quieren acabar con ella.
Los grandes genios de la Restauración Borbónica fueron Cánovas y Sagasta, estos próceres de la política decimonónica tenían muy claro qué es lo que había que hacer para que no pasara lo que está ocurriendo a día de hoy en este bendito país llamado España. Adujeron que para presentarse a unas Elecciones Generales no bastaba cualquier candidatura ni cualquier sigla política, habría que exigir unos mínimos. Estos eran la defensa de la Constitución, de España, de la Monarquía y del Estado Centralizado. Y hete aquí, que los actuales socios de Gobierno de la Nación, algunos son anticonstitucionalistas, o al menos no creen en ella, son de la llamada anti España, pro republicanos y descaradamente descentralizados.
Pero no nos pongamos aún nerviosos, si vemos los informativos de nuestro país o leemos algunos de los rotativos nacionales, nos daremos cuenta de la importancia de una Carta Magna sólida, fuerte y que esté blindada por los tribunales y la Ley. Siempre se atribuye una realidad o un suceso histórico a alguien, queremos incriminar a tal persona, a tal partido político o a tal creador de opinión. Buscamos un culpable ante una tragedia, alguien que pague los platos rotos, responsabilizamos al mundo de nuestros males, pero, ¿y nosotros, qué parte de incumbencia jugamos en este tablero de ajedrez?
El voto, el sufragio universal, es nuestra herramienta democrática para otorgar ese poder, esa soberanía a tal o cual alcalde, presidente de la Diputación, de la Generalidad o el mismísimo presidente de la Nación. Y si no lo hace como nos prometió en su programa electoral, tenemos el deber moral de cambiar de opción y darle nuestro apoyo a otra facción política que nos represente mejor y no dañe los pilares fundamentales que uno considere oportunos.
Al final cada sociedad “civilizada” tiene una serie de representantes que, por citar a algunos de nuestra población, podríamos hacer referencia a Tomás Alonso, Andrés Tarí, Francisco Galán, Vicente Sansano, Serafín Segura, Diego Ferrández, Pascual Román,José Ferrández, Luis Chorro, Vicente Quiles, Ramón Pastor, Diego Macià o el actual Pablo Ruz. Unos lo harían bien y otros no tan bien, pero el caso es que hoy en día, con nuestra Constitución en su XLVI aniversario, podemos decir que vivimos, a pesar de los pesares, en el momento más democrático de la historia de España. Creo que falta más voluntad, más preparación y cordura, y sobra mucha majadería e incompetencia entre nuestros políticos.
Al final ni tan idílica era la sociedad en tiempos de Rousseau ( recomiendo leer El Contrato Social),Voltaire (Cándido) o Montesquieu (Del Espíritu de las Leyes), ni tan imperfecta ni parca en valores parece ser la nuestra. Deseo que no haya un descrédito parlamentario entre las futuras generaciones, ya que o bien a la izquierda o a la derecha, saldríamos muy mal parados y evocaríamos tiempos pretéritos.
Y por cierto, disfruten de la festividad de la Purísima Concepción de María, patrona de nuestro país y antiguo Día de la Madre(hasta 1965). Porque en nuestras madres seguro que ven reflejadas muchas de sus virtudes.