Repensando los límites urbanos: el reto de transformar los equipamientos públicos de Elche en infraestructuras abiertas, accesibles e integradas en la vida cotidiana de la ciudad.
En las últimas fechas se han hecho públicas las imágenes del futuro Polideportivo en el barrio de les Portes Encarnades.
Siempre es bien recibida una noticia como esta, teniendo en cuenta que este barrio, dado su pequeño tamaño en comparación con otros de Elche, suele estar a la cola, cuando no olvidado, en cuanto a inversiones públicas se refiere.
Las imágenes publicadas, desgraciadamente, vuelven a mostrar una infraestructura vallada perimetralmente. El miedo de los políticos lastra la calidad urbana de manera alarmante.
En Elche tenemos ejemplos bien resueltos como la ciudad deportiva del Kelme, el cauce del Vinalopó o el Campus de la UMH de unos 770.000 m², una infraestructura educativa y paisajística abierta el 100% del tiempo al 100% de la ciudadanía. Afortunadamente no prosperó una iniciativa para su vallado en el año 2015.
También tenemos una mal resuelta como es la Ciudad Deportiva de unos 130.000 m² y vallada en su totalidad. En este caso, las obras para integrar el espacio interior con su entorno de aceras estrechas serían muy sencillas, eliminando el vallado perimetral obsoleto y deteriorado. Qué proyecto de paisajismo más interesante podría salir de ahí con un buen concurso de ideas.
Y una MUY MAL resuelta, por su reciente ejecución, como es el Paseo de la Estación con el Parque Municipal y Deportivo cuyo anterior vallado casi invisible (se puede ver en la foto del 2008 de Street View) permitía una visión completamente integrada del huerto de palmeras. Qué manía con vallar, de verdad!!!
Es el actual un vallado innecesario, caro, visualmente invasivo, que refuerza la idea de “Límite” y de “espacio usurpado” al huerto original. En el vuelo aéreo de Ruiz de Alda del año 1.929 se aprecia clarísimamente el enorme “tajo” abierto en el Hort del Colomer allá por 1.902.
En el diseño urbano contemporáneo, uno de los debates más relevantes gira en torno a los límites de las infraestructuras públicas. Espacios como parques, polideportivos, campus universitarios o instalaciones culturales suelen estar tradicionalmente delimitados por cerramientos físicos que, si bien pueden responder a criterios de seguridad o control, a menudo suponen barreras innecesarias desde el punto de vista social, paisajístico y funcional. En ciudades como Elche, con una cultura de calle viva, clima benigno y una fuerte conexión entre ciudadanía y espacio público, repensar el vallado de estas infraestructuras es una oportunidad para avanzar hacia un modelo urbano más abierto, accesible y humano.
1. Optimización de la inversión pública
Vallar una infraestructura supone un gasto inicial elevado en obra y materiales, pero también implica costes de mantenimiento continuos, renovación por vandalismo o deterioro. En cambio, prescindir del vallado permite redirigir parte de ese presupuesto a mejoras en el equipamiento urbano, paisajismo o mobiliario que tenga un impacto más directo en la calidad de uso del espacio.
Además, un diseño sin barreras fomenta un uso más eficiente del espacio: cuando los límites se difuminan, los espacios colindantes se integran de forma más natural, pudiendo ser utilizados por los ciudadanos incluso fuera del horario principal de las instalaciones. Un polideportivo abierto puede convertirse en zona de paseo, punto de encuentro vecinal o espacio de juego informal, ampliando así su rentabilidad social.
2. Mejora de la accesibilidad e inclusión
Las vallas actúan como barreras sociales, especialmente para ciertos colectivos como personas mayores, infancia o personas con movilidad reducida. En Elche, donde el clima favorece la vida al aire libre casi todo el año, es fundamental promover una ciudad caminable, permeable y sin obstáculos innecesarios. Las instalaciones públicas sin cerramientos permiten flujos más libres y naturales entre barrios y equipamientos, fomentando la equidad en el acceso y rompiendo la percepción de «propiedad restringida».
En un campus universitario, como el de la UMH, o una zona deportiva sin vallar, como debería ser la Ciudad Deportiva, el tránsito peatonal se convierte en un vector de integración, generando sinergias entre usuarios ocasionales, estudiantes, deportistas y vecinos. Así, la infraestructura deja de ser un elemento aislado y pasa a formar parte activa del tejido urbano.
3. Ventajas paisajísticas y urbanas
Desde el punto de vista del diseño urbano y del paisaje, la ausencia de vallado permite una mayor integración visual y funcional con el entorno. Las transiciones entre espacios pueden resolverse mediante vegetación, cambios de pavimento o mobiliario, evitando así las rupturas bruscas del paisaje urbano que generan las rejas o muros.
En el contexto de Elche, con su emblemático paisaje de palmeras, acequias históricas y parques lineales como el del Vinalopó, la continuidad visual y la integración de materiales naturales refuerzan la identidad local. Un polideportivo sin vallar, rodeado de palmeras y abierto hacia una plaza o zona ajardinada, se convierte en un espacio más amable y representativo del carácter ilicitano.
4. Seguridad no es sinónimo de encerramiento
Uno de los principales argumentos a favor del vallado suele ser la seguridad. Sin embargo, la experiencia urbana demuestra que los espacios abiertos, bien diseñados, con buena iluminación, visibilidad y presencia ciudadana continua, son más seguros que los recintos cerrados que permanecen vacíos durante buena parte del día.
En lugar de recurrir al cerramiento, se puede optar por estrategias de diseño defensivo pasivo: recorridos claros, integración con el viario, vigilancia natural mediante actividades en el perímetro, o incluso tecnologías puntuales como cámaras o sensores en puntos sensibles.
Conclusión: hacia una ciudad más abierta y humana
Eliminar los cerramientos innecesarios en infraestructuras públicas no solo es una decisión económica o técnica. Significa apostar por una ciudad más accesible, inclusiva, sostenible y viva. En Elche, donde las condiciones climáticas, culturales y paisajísticas lo permiten, abrir los espacios públicos al entorno urbano es dar un paso hacia un modelo de ciudad más participativo y contemporáneo.
Un polideportivo sin vallas, un campus que se funde con el barrio o un parque que se convierte en prolongación de la vida cotidiana son ejemplos de cómo una decisión de diseño puede transformar la experiencia urbana de miles de ciudadanos. Es hora de construir menos límites y más ciudad.