OPINIÓN

Las dos grandes patatas calientes del alcalde Pablo Ruz: San Antón y Porfirio Pascual

10 de mayo de 2025 - 03:43
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Sin duda, la semana ha venido marcada por la vivienda y los problemas estructurales de los barrios de Porfirio Pascual y San Antón. Son, sin lugar a dudas, las dos grandes patatas calientes que enfrenta el alcalde Pablo Ruz. Dos patatas que, aunque probablemente pueda justificar como heredadas, tendrá necesariamente que resolver si aspira a renovar como alcalde en la próxima legislatura.

Estamos ante dos modelos totalmente distintos. El de San Antón es un modelo que apuesta por la renovación urbana, la revitalización del barrio, la creación de nuevos espacios, nuevas zonas y nuevos servicios. Un proyecto ambicioso, sin duda, pero también desesperante para sus vecinos debido a su ejecución lenta. Lo cierto es que, una vez que San Antón se complete, será un ejemplo de transformación urbana que muchas ciudades envidiarán. No solo será un nuevo barrio, sino un modelo a seguir en otras zonas de Elche donde apenas hay espacios verdes o servicios. Si se ejecuta correctamente, este proyecto podría ser exportable, convirtiendo un problema en un referente.

Luego está Porfirio Pascual, que ha optado por un enfoque mucho más conservador: la rehabilitación. Un modelo que consiste básicamente en el embellecimiento del barrio. Algo así como ponerle maquillaje a un edificio que ya peina canas. No es que esté mal rehabilitar, siempre que haya algo valioso que merezca ser preservado. Y aquí surge el problema: ¿de verdad estas construcciones tienen algún valor más allá del sentimental? Los vecinos saben que el único plan que pasa por ellos es el de la rehabilitación, que les supondrá un coste pequeño y les dotará de algún que otro servicio adicional y una reforma mínima. Pero no son ingenuos. Son perfectamente conscientes de que, en un entorno tan privilegiado como el suyo —quizás el mejor de la ciudad de Elche—, la construcción de nuevas viviendas no solo sería mejor en términos de revalorización del barrio, sino que elevaría drásticamente su calidad de vida.

La rehabilitación es, en el mejor de los casos, una operación estética, un parche para que todo parezca mejor sin serlo realmente. En cambio, construir desde cero permite soñar, diseñar y planificar un entorno moderno, accesible y sostenible. No es solo cuestión de ladrillos, sino de calidad de vida. De no conformarse con el pasado, sino de aspirar al futuro. La oportunidad para dejar de ser paletos urbanos.

Siempre he defendido la rehabilitación de aquello que tiene valor, nunca de aquello que no lo tiene. Y, seamos sinceros, ni los arquitectos de San Antón ni los de Porfirio Pascual incluirían estas construcciones en su currículum como obras brillantes. Una cosa es conservar el patrimonio, y otra muy distinta es empeñarse en maquillar lo obsoleto, una mentalidad provinciana que ha influido demasiado en el desarrollo de la ciudad.

Mientras tanto, habrá que estar a la expectativa de los movimientos. El alcalde Pablo Ruz tiene en su mano demostrar si es un gestor valiente o simplemente un heredero resignado. En San Antón, debe agilizar al máximo la firma de los convenios, porque los días pasan, los meses también, y ya no hay tiempo para que pasen los años. En Porfirio Pascual, debe estar preparado para los problemas que inevitablemente surgirán.

La política es el arte de hacer posible lo necesario. Pero también debería ser el arte de saber cuándo una patata caliente no solo quema, sino que también ilumina las oportunidades. Y, de momento, las patatas de Pablo Ruz siguen bien calientes. Las oportunidades también.

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