OPINIÓN

Mucho cuidado con los objetos, que los carga el diablo


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Antonio Buitrago
04 de octubre de 2024 - 13:22

La novela titulada “Sólo soy un objeto” del siempre inquieto D. Manuel Gris, que pese a su apellido es un tipo que brilla bastante, tal vez, porque se corta poco e imagina muchísimo. Trata el punto de vista de cualquier cosa que tan sólo mira, puede que tu creas que no, pero si, te ve, seguramente, hasta te escuchan. Pero como no se mueve, no opina, no pestañea. ¡Ah! Pues eso, y pasas de ello, pero ahí está, y como no, con su versión. Cualquier objeto puede tener la suya, y según dónde este ese objeto (jarrón, cenicero, consolador, despertador…) Ojo, que no hablamos de la típica tontería, a mí, me resultaría tan inquietante que desde que lo leí, antes de dormir, saco de la habitación muchos trastos. La mujer me llama loco mientras me riñe para que devuelva cada cosa a su sitio, y claro, como buen calzonazos, le hago caso. Pero cuando se levanta, los cacharros están fuera, yo, aguanto otro pequeño chaparrón y listo. Al final, siempre termina acostumbrándose.

En este caso, el objeto en cuestión tiene su miga ya que es una pieza de coleccionista, y no de cualquier coleccionista, de uno bueno, de esos que se gasta sus perras. Y, desde su visión, puede descubrirse la verdadera cara de la codicia, de la mentira, del engaño, e incluso, de la violencia. O sea, esas cosas que tan bien definen a nuestra especie y a la estupidez con la que logramos manejarnos y convivir.

Una familia de yonquis, coleccionistas frikis o casi que, lo siguiente. Un millonario súper aburrido, especímenes varios con serios problemas de identidad. Okupas antisistema, que, como plaga emergente que son, ahí están, y no porque deban de estar, sino porque se les consiente. Capitalismo, ideología progre, triste y simple. Hipocresía, líderes de ombligo enorme con olor a quesito, días, más días, y un objeto inerte que no, pero resulta que sí, te ve, te escudriña y asiente mientras saca sus propias conclusiones.

Ustedes hagan lo que quieran, el libro, ya les digo yo que sí, vale la pena. E insisto, por si acaso, no se fíen ni de los cuadros.