OPINIÓN

¿Son las palmeras de izquierdas?


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Federico Buyolo
05 de abril de 2025 - 02:17

Los regímenes totalitarios siempre han procurado borrar la memoria y así inaugurar un nuevo tiempo de esplendor, el suyo. El emperador Azteca Itzcoatl, a principios del siglo XV, ordenó destruir todos los libros para reconstruir, desde cero, una nueva tradición. No fueron menos los conquistadores que un siglo después, a golpe de biblia en la mano, reinauguraron un nuevo tiempo de esplendor arrasando con la tradición.

Decía Ortega y Gasset que cada generación está obligada a identificar los temas de su tiempo y actuar. Eso sí, no borrando el pasado sino haciéndose cargo del legado recibido para seguir construyendo en base al acervo cultural acumulado a lo largo del tiempo. Por supuesto, esto no está exento de rehacer aquellas cuestiones que a lo largo de la historia han fortalecido las desigualdades o las injusticias.

Leía estos días un libro de Tvetan Todorov titulado Los abusos de la memoria donde relata precisamente como tenemos el “deber de guardar memoria”, algo que me repitió infinitas veces Federico Mayor Zaragoza en la última comida que compartimos poco antes de fallecer. Vaya por delante que cualquier tiempo pasado, tan solo fue anterior, pero, olvidar o peor aún, borrar las huellas de los que nos precedieron para instaurar una nueva era es propio de los totalitarismos.

Todas estas acciones se disfrazan de nuevas palabras modernas que buscan la justificación racional y administrativa para así eliminar los valores compartidos y de esta manera arrasar con las decisiones de los dirigentes anteriores.  El objetivo es claro, borrar los vestigios del pasado e inaugurar el “El cielo en la tierra”

Pero esto no es nuevo en nuestra ciudad. En la legislatura de 2003 a 2007 el gobierno de Diego Macia construyó, siguiendo la lógica de los huertos tradicionales de palmeras y su Declaración como Patrimonio de la Humanidad, un nuevo huerto frente a la urbanización de la Portalada. Un huerto en todo su esplendor que acrecentaba nuestro legado cultural y social, el Huerto de San Luís. Un nuevo gobierno, de otro símbolo político, se apresuró en 2012 a desmontarlo aduciendo que esas palmeras eran de todos los ilicitanos y tenían que disfrutarlas en otros sitios.

Ahora volvemos al mismo argumento con el desmantelamiento del “Jardín de las palmeras de los niños y las niñas” que deben ser llevadas a otros lugares de la ciudad para que las disfruten todos los ilicitanos, ¿Quién se puede oponer a ese argumento? Permítanme que lo hago yo con estas 554 palabras.

La palmera representa nuestra vida en una tierra inhóspita que gracias a la cultura hizo de nuestra territorio un lugar de concordia. No entender lo que representa nuestro palmeral es no entender nuestra cultura e intentar inventar una nueva era de divinidades y misticismos caducos.

Esto no es nuevo. Ya en demasiadas ocasiones los dirigentes conservadores han demostrado como las palmeras son para ellos un instrumento de negocio o de confrontación. De la privatización del palmeral hemos pasado al desmantelamiento del pasado, eso sí, todo disfrazado de utilitarismo funcional.

Mal favor hacemos a las nuevas generaciones si demostramos que la historia se reescribe a golpe de desmantelar los hechos anteriores. Mal favor nos hacemos en creer reales las palabras del personaje inolvidable de la película de Amanece que no es poco: “…alcalde, todos somos contingentes, pero tú e

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