No se lo podía creer. Un imposible así, en su vida…
Se pasó el miércoles de la noticia, llorando. Y el jueves, también. El viernes, cuando se encontraba con alguien conocido que le preguntaba el cotidiano «¿cómo estás?», se le escapaban lágrimas sin motivo aparente… «No te lo puedo contar», contestaba ella con ojos vidriosos y su sonrisa sincera.
Tenía la sensación de que, de un momento a otro, la alarma de su móvil sonaría, como cada mañana, para ir a trabajar. Esa sensación de vigilia bañaba sus horas. Por la noche, no pegaba ojo; durante el día, la comida no le pasaba por la garganta.
El viernes por la tarde, al fin, contactaron con ella. Una chica muy amable le dio la enhorabuena, le explicó el protocolo y le pidió sus datos: aunque se había presentado bajo seudónimo, eran requeridos por la seguridad de la Casa Real. «¡Los Reyes de España presiden el acto este año!». Seguía sin podérselo creer… Una chica desconocida que, aunque llevaba toda su vida escribiendo, no dejaba de ser una escritora novel, una literata vocacional, ¡se había colado en el evento literario más importante del país!
Entonces recibió la invitación a La Gala de entrega de los premios —aunque para ella “eso” ya era el premio—. Ahora sí empezaba a creerlo. La sensación de irrealidad se esfumó, ocultando su tremendo síndrome del impostor en uno de los cajones de su inseguridad.
Estaba en la lista de finalistas, iría a Barcelona, a La Gala. Y allí conocería a gente muy importante, personas relevantes del mundo editorial, cultural y de la comunicación… ¡Y cenaría con Felipe VI y Doña Leticia! Al menos, en el mismo salón, claro.
Llorando de emoción, de nuevo, se lo contó a su profesor de escritura, Ramón Alcaraz, a su familia y a las amigas más allegadas. Su círculo más cercano se impresionaba con la noticia, y todos coincidían en un comentario que a ella le llegaba, por vena, hasta el corazón: te lo mereces.
«Y, ¿qué te vas a poner? ¡Nada de lo que hay en tu armario sirve!”», le decía sabiamente su madre, Mari. Lola Díaz le prestó las joyas. Y su amiga Raquel le presentó a la diseñadora de moda, Carmen Ramil, que la envolvió en un precioso vestido de brillante verde esperanza. Se sentía cómoda con aquella prenda sencilla que reflejaba lo sofisticado de su personalidad, y que coronaría la experiencia con tres impresionantes broches: uno en su cabeza, pues su imaginación la había llevado hasta allí; otro en su corazón, donde guardaba, con amor, a todas las personas que la habían apoyado desde el inicio de su aventura literaria; y el último, en su feminidad, la protagonista de aquella novela seleccionada de entre 1.070 participantes, que la hacían estar entre las diez finalistas al Gran Premio.
Y se plantó el día señalado, a la hora indicada, en el conocido Museu Nacional d’Art de Catalunya, como la heroína de su propio cuento vital.
Así que, ¡mucho cuidado con lo que deseas! Sueña siempre con cosas bonita, positivas… Todo es alcanzable, la vida te lo proyecta cuando menos te lo esperas.
Susi Rosa Egea
Escritora