CHOPO ILICITANO

El Chopo Ilicitano: Un tesoro botánico único en Europa

Los investigadores han confirmado que el Populus euphratica, es una especie de origen asiático, solo se encuentra en Europa en las localidades de Elche y Abanilla, donde su adaptación a suelos áridos y salinos podría datar de la época árabe
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Iván Hurtado
22 de septiembre de 2024 - 01:34

El chopo ilicitano, también conocido como Populus euphratica, es una de las rarezas botánicas más fascinantes de Europa, encontrándose únicamente en Elche y Abanilla (Murcia). Enclavado en un paisaje con vestigios arqueológicos árabes, acequias de riego, antiguos molinos hidráulicos y una abundancia de palmeras datileras, este árbol cuenta con un origen remoto en el Kurdistán iraquí. Desde esa región, se expandió naturalmente tanto hacia el este, alcanzando China, como hacia el oeste, hasta Marruecos. Su llegada a España es motivo de especulación, pero muchos estudios apuntan a que podría haber sido introducido por los árabes durante su dominio en la Península Ibérica, entre los siglos VIII y XV.

A pesar de las características excepcionales de esta especie, su historia en Europa ha estado marcada por confusiones científicas. A principios del siglo XX, los botánicos franceses Louis Charles Trabut y Louis Albert Dode cometieron el error de clasificar erróneamente a estos chopos como una nueva especie, denominándola Populus ilicitana, en honor a Elche. Este error ha perdurado, generando confusión hasta nuestros días, aunque la especie correcta, Populus euphratica, alude a su origen en la región del río Éufrates, en el suroeste de Asia.

El chopo ilicitano es un árbol caducifolio de rápido crecimiento, especialmente valorado por su capacidad de adaptación a suelos secos y salinos, lo que lo convierte en una especie ideal para zonas áridas y semiáridas, como las ramblas y cauces de ríos del sureste español. En su hábitat original de Asia Central y el norte de África, el árbol crece en áreas con precipitaciones anuales que oscilan entre los 70 y 200 milímetros, condiciones muy similares a las que encuentra en Elche y Abanilla. Además, es resistente a la salinidad del suelo y al agua subterránea salobre, lo que le permite prosperar en suelos que se encharcan ocasionalmente, como los que rodean el embalse del Vinalopó en Elche.

A nivel botánico, este árbol puede alcanzar entre 10 y 15 metros de altura, aunque en Elche y Abanilla rara vez supera los 8 metros. Presenta una corteza que comienza siendo lisa, pero con el tiempo se agrieta, adquiriendo un color grisáceo. Su tronco tiende a ramificarse desde la base, lo que le otorga una apariencia de arbusto de grandes dimensiones. Las hojas de los ejemplares jóvenes son alargadas y estrechas, parecidas a las de los eucaliptos, mientras que en los árboles adultos, las hojas son más romboidales, de color verde glauco, con márgenes dentados y aserrados en su parte superior.

Una característica interesante del chopo ilicitano es que todos los ejemplares europeos conocidos son femeninos, lo que limita su reproducción sexual. Para la producción de semillas fértiles, serían necesarias plantas masculinas y femeninas cercanas, ya que este árbol presenta flores dioicas. Sin embargo, en ausencia de ejemplares masculinos, el Populus euphratica ha desarrollado una estrategia de reproducción vegetativa mediante la generación de hijuelos a través de sus raíces. Esta particularidad sugiere que los actuales chopos de Elche y Abanilla podrían ser descendientes directos de los árboles plantados en tiempos del dominio árabe, extendiéndose de manera natural por rebrote de raíz.

En cuanto a su reproducción, las flores masculinas y femeninas se desarrollan en amentos, siendo las masculinas alargadas, con numerosos estambres de filamentos finos, y las femeninas más cortas, con brácteas laciniadas y lampiñas. La polinización del chopo ilicitano es anemófila, es decir, llevada a cabo por el viento, y la planta no es capaz de autofecundarse. La floración se produce entre marzo y abril, mientras que las hojas aparecen a finales del invierno, cayendo a principios del invierno siguiente. El fruto es una cápsula ovoide que se abre por dos o tres valvas.

El origen del chopo ilicitano en España es un enigma, aunque se cree que su plantación en las inmediaciones del embalse del río Vinalopó en Elche y en otras zonas del sur de España fue artificial. Recientemente, en 2015, se descubrió una nueva población de esta especie en Abanilla, Murcia, específicamente en una rambla cercana a un manantial de aguas salobres. En este entorno se encuentra una población de aproximadamente 80 ejemplares femeninos, que se distribuyen a lo largo de unos 300 metros. El ejemplar más grande alcanza los 10 metros de altura y se localiza junto a una balsa de riego, lo que sugiere que pudo haber sido plantado como árbol de sombra. Conforme se aleja del manantial, el tamaño de los chopos disminuye, lo que refuerza la hipótesis de una expansión vegetativa desde un árbol original a lo largo del cauce de la rambla.

El chopo ilicitano no solo es importante desde el punto de vista botánico, sino también como elemento ornamental. Su belleza y capacidad de adaptación a entornos difíciles lo convierten en un recurso valioso para la restauración de áreas degradadas, especialmente en regiones donde la salinidad del suelo y la escasez de agua son problemas recurrentes. Algunos expertos sugieren que podría ser utilizado en proyectos de xeropaisajismo, dado su potencial para prosperar en condiciones de estrés hídrico.

Sin embargo, el futuro del chopo ilicitano está en riesgo. En la rambla de Abanilla, por ejemplo, el flujo de agua ha disminuido, afectando a una parte importante de la población, donde algunos ejemplares muestran signos de sequía. Esto ha llevado a que se inicien esfuerzos para restaurar el ecosistema agrícola tradicional de la zona y asegurar la conservación de la especie. Dado su elevado valor científico y cultural, es crucial continuar investigando sobre el origen de las poblaciones en Elche y Abanilla, así como promover su conservación tanto in situ como ex situ.

El chopo ilicitano es más que un árbol; es un testimonio vivo de la historia botánica, cultural y ecológica de la región. Su resistencia y belleza lo convierten en un símbolo vivo de la historia ecológica y cultural de Elche, y un testimonio de la conexión entre el Mediterráneo y las antiguas civilizaciones de Asia.