HISTORIA

La Fábrica de Cerámica de Elche: Un vestigio de su pasado industrial

Construida en los años 50, la fábrica marcó una época en el desarrollo urbano e industrial de la ciudad
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Iván Hurtado
18 de enero de 2025 - 02:40

En los años cincuenta, Elche vivió una etapa de gran transformación económica y urbana, marcada por la construcción de la fábrica de cerámica Hijos de J. Quiles, S.A., en pleno barrio del Ensanche. Ubicada en un terreno de 14.000 metros cuadrados y con instalaciones que incluían un horno Hoffmann y una imponente chimenea de ladrillo, la fábrica se erigió como un símbolo del desarrollo industrial de la ciudad. Este complejo complementaba una planta más antigua situada en la confluencia de las carreteras de Alicante y Santa Pola, reflejando el auge de la producción de tejas y ladrillos en la región.

En 1955, ambas instalaciones fueron adquiridas por Cerámicas La Asunción, S.A., que decidió ampliar la planta del Ensanche y desmantelar la de la carretera de Alicante, ya afectada por la urbanización de nuevas áreas residenciales. La modernización de la fábrica incluyó la construcción de nuevas oficinas, naves de fabricación y secaderos, además de un horno Hoffmann de 22 cámaras, una tecnología avanzada para la época. Esta inversión, valorada en casi tres millones de pesetas, representaba no solo un salto tecnológico, sino también un compromiso con el crecimiento económico de la ciudad.

El horno Hoffmann, inventado en el siglo XIX, fue clave en la operatividad de la fábrica. Su diseño permitía una producción continua, evitando interrupciones en el proceso y asegurando la calidad de los materiales. Sin embargo, el funcionamiento del horno requería un esfuerzo humano incesante, con trabajadores sometidos a temperaturas extremas y turnos constantes para mantener el flujo de producción. Este sistema reflejaba tanto los avances tecnológicos como las duras condiciones laborales de la época.

La chimenea de ladrillo que aún se alza en el lugar es un testigo silencioso de aquel pasado industrial. Construida con técnicas tradicionales y materiales locales, su diseño troncocónico respondía a necesidades funcionales, como la resistencia al viento y la mejora del tiro de gases. A pesar de su deterioro parcial, conserva detalles arquitectónicos que destacan su importancia como un elemento indispensable en el complejo fabril y como un emblema del ingenio de los constructores.

A finales de los años 70, la actividad de la fábrica en Elche llegó a su fin. Las crecientes quejas por la contaminación, el ruido y la incomodidad que generaba en un barrio cada vez más residencial, junto con la necesidad de modernizar sus métodos de producción, llevaron a la empresa a trasladarse a Crevillente. Con este cambio, la ciudad dejó atrás un sistema de producción que ya no se ajustaba a las demandas de una época en rápida transformación.

El traslado no solo marcó el cierre de una etapa industrial en Elche, sino también el inicio de un cambio urbanístico en la zona del Ensanche, donde la expansión residencial y comercial empezó a redefinir el paisaje. Sin embargo, la chimenea de la fábrica quedó como un vestigio de aquel tiempo, recordando el papel que jugó la industria en el crecimiento y desarrollo de la ciudad.

La historia de esta fábrica no es solo un relato de innovación tecnológica y producción, sino también una narración de esfuerzo humano, de trabajadores que dedicaron su vida a un sistema que funcionaba día y noche. La chimenea, que aún se eleva sobre el barrio, no solo es una pieza arquitectónica destacada, sino un símbolo de la memoria colectiva de los ilicitanos.

Hoy, este monumento industrial plantea interrogantes sobre la importancia de preservar el pasado. Más allá de su valor histórico y arquitectónico, la chimenea de La Asunción nos invita a reflexionar sobre cómo las ciudades evolucionan.

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