Elche, ciudad de palmeras, tradición y dinamismo económico, también arrastra una realidad menos visible pero cada vez más alarmante: el sobrepeso y la obesidad entre su población. Según datos recientes de la Conselleria de Sanitat, más del 45 % de los adultos ilicitanos presenta exceso de peso, mientras que en los niños la cifra se sitúa en torno al 33 %. Son números que colocan a la ciudad ligeramente por encima de la media de la Comunitat Valenciana y que dibujan un escenario de preocupación para las autoridades sanitarias.
Pero más allá de las estadísticas, el sobrepeso se palpa en los barrios, en las consultas médicas y en la vida cotidiana de cientos de familias. El fenómeno no es exclusivo de Elche, pero aquí tiene sus particularidades: una gastronomía rica y calórica, horarios de trabajo intensos que dificultan la práctica deportiva, y un entorno social en el que, a menudo, la alimentación rápida se impone a la saludable.
“Mi cuerpo me pesa más que la mochila de mi hijo”
María López, de 42 años, vive en el barrio de Carrús y trabaja como dependienta en una tienda de ropa. Pesa 128 kilos y mide 1,63 metros. No tiene reparos en hablar de su situación porque, según dice, “ocultarla no me ha servido de nada”.
“Hay días que siento que mi cuerpo me pesa más que la mochila de mi hijo cuando va cargada de libros”, confiesa entre risas tímidas. “He intentado muchas dietas milagro, batidos y hasta ayunos. El resultado siempre es el mismo: bajo cinco o seis kilos, pero al poco tiempo los recupero con intereses. Llega un momento en el que una se cansa y piensa que esto es una condena”.
María reconoce que el sobrepeso afecta a su autoestima: “Voy a la playa con mi familia y me paso la mitad del tiempo tapada con una toalla. Me encanta bailar, pero me da vergüenza moverme en público. Lo peor no es lo que piensen los demás, sino lo que me digo yo misma cuando me miro en el espejo”.
El problema no se limita a lo estético. Su médico le ha advertido que sus niveles de azúcar y colesterol son preocupantes. “Me da miedo acabar como mi padre, que con 55 años tuvo un infarto. Pero a veces siento que no tengo fuerzas para cambiar mis hábitos, porque el día a día me arrastra”, explica con voz cansada.
El reflejo de una ciudad
La historia de María es la de muchos ilicitanos. En las plazas, colegios y centros de salud de Elche, profesionales coinciden en que el sobrepeso se ha convertido en una epidemia silenciosa.
El Ayuntamiento ha impulsado iniciativas como el programa “Reto Salud”, que promueve hábitos saludables entre escolares, pero las cifras indican que la tendencia aún no se frena. El sedentarismo, las largas jornadas laborales y el auge de la comida rápida juegan en contra.
La voz del especialista
Para entender mejor esta situación, hablamos con Álvaro Ruiz, nutricionista clínico con consulta en el barrio de Altabix. Con 12 años de experiencia, asegura que el problema del sobrepeso en Elche “no se resuelve solo con decirle a la gente que coma más ensalada”.
“El error es pensar que la obesidad es una cuestión de voluntad”, explica Ruiz. “Claro que la motivación importa, pero detrás hay factores sociales, económicos y emocionales muy poderosos. Si una familia apenas llega a fin de mes, lo más probable es que compre alimentos baratos y calóricos, en lugar de fruta fresca o pescado. Si una persona vive con ansiedad o depresión, comer puede convertirse en un refugio inmediato. Y si no hay tiempo ni energía después de trabajar diez horas, el deporte pasa a un segundo plano”.
El nutricionista insiste en la importancia de la educación alimentaria desde la infancia: “Un niño que crece desayunando bollería industrial tiene muchas probabilidades de convertirse en un adulto con sobrepeso. Por eso los colegios deberían tener un papel más activo, no solo prohibiendo refrescos o chucherías, sino enseñando a cocinar, a leer etiquetas, a disfrutar de una ensalada igual que de una pizza”.
Ruiz reconoce que la pandemia de COVID-19 dejó una huella profunda en la salud de los ilicitanos: “Muchos pacientes ganaron entre 5 y 10 kilos durante ese tiempo, y aún no los han perdido. El teletrabajo, la ansiedad y la falta de actividad física consolidaron hábitos poco saludables que ahora cuesta revertir”.
Consecuencias médicas y sociales
Los efectos del sobrepeso en la salud son conocidos: mayor riesgo de diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, problemas osteoarticulares e incluso algunos tipos de cáncer. En Elche, los médicos de atención primaria ya detectan un aumento en la demanda de consultas relacionadas con estas patologías.
Pero las consecuencias no son solo físicas. El sobrepeso también golpea la salud mental. Casos como el de María reflejan un malestar emocional que se traduce en inseguridad, aislamiento y baja autoestima. “No es raro que un paciente con obesidad llegue llorando a la consulta, convencido de que nunca podrá cambiar. El apoyo psicológico es tan importante como la dieta o el ejercicio”, apunta Ruiz.
El entorno: aliado o enemigo
Elche es una ciudad que invita a caminar, con un casco histórico peatonalizado y parques como el Municipal o el de la Avenida de la Libertad. Sin embargo, no todos los barrios disfrutan de instalaciones deportivas cercanas o de zonas verdes bien cuidadas. “En Carrús, por ejemplo, los espacios para hacer deporte al aire libre son limitados y muchas familias no pueden pagar un gimnasio”, recuerda María.
Además, el acceso a una alimentación equilibrada no siempre es sencillo. “En algunas pedanías no hay mercados de barrio, solo grandes superficies. Al final, lo más rápido y barato es tirar de congelados, fritos o comida preparada”, lamenta Ruiz.
Posibles soluciones
El reto del sobrepeso en Elche requiere un enfoque integral. Entre las propuestas que especialistas como Ruiz plantean, destacan:
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Más campañas de educación alimentaria en colegios y centros sociales.
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Subvenciones o ayudas para facilitar la compra de frutas y verduras frescas.
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Ampliación de zonas deportivas al aire libre en barrios y pedanías.
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Programas municipales de acompañamiento psicológico para personas con obesidad.
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Colaboración entre Ayuntamiento, colegios y asociaciones vecinales para promover actividades deportivas gratuitas.
“El sobrepeso no se combate con culpabilidad, sino con herramientas reales. Si damos a la gente opciones saludables y accesibles, muchas personas como María podrán empezar a cambiar su vida”, insiste Ruiz.
Una mirada al futuro
María, por su parte, se muestra esperanzada: “Hace poco me apunté a un grupo de caminatas que organiza la asociación de mi barrio. Al principio me costaba, pero ya aguanto casi una hora seguida. No quiero pensar en bajar 40 kilos de golpe, quiero pensar en dar pasos pequeños, porque si no, me bloqueo”.
Historias como la suya reflejan que, aunque el sobrepeso es un problema complejo, existen caminos para enfrentarlo. Elche, ciudad de historia y resiliencia, tiene ante sí el reto de convertir la salud de sus vecinos en una prioridad.
El tiempo dirá si la ciudad logra dar el giro necesario. De momento, María sigue caminando, Ruiz sigue concienciando y las estadísticas recuerdan que el desafío está lejos de resolverse. Pero lo importante es que la conversación ya está sobre la mesa, y cada paso cuenta.
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