En marzo de 1748, el rey Fernando VI otorgó al Duque de Arcos un privilegio que cambiaría la geografía y el destino de una parte del término de Elche. La concesión real permitía al duque establecer un nuevo poblado en las tierras pantanosas situadas en la Sierra del Molar, al sureste de la villa ilicitana. Este enclave recibió el nombre de San Francisco de Asís y fue concebido como una iniciativa para recuperar terrenos improductivos mediante la desecación de cañaverales y la creación de cultivos que impulsaran la economía local.
La Real Carta de Privilegio no solo autorizaba la fundación del asentamiento, sino que eximía a sus futuros habitantes del pago de impuestos durante dos décadas. Esta medida, promovida para atraer colonos, ofrecía una oportunidad para que familias trabajadoras establecieran sus hogares en un lugar que prometía prosperidad agrícola. Se trataba de una apuesta por la expansión rural y la recuperación de terrenos olvidados, siguiendo el ejemplo de otras iniciativas similares llevadas a cabo por el Cardenal Belluga en la región.
El emplazamiento de San Francisco de Asís, situado a unos cinco kilómetros al este de La Marina, se encontraba rodeado de palmerales y tierras que, mediante un esfuerzo de ingeniería hidráulica, se convirtieron en huertos. Allí se erigió una iglesia parroquial que serviría como el centro espiritual y social del poblado. La edificación, de estilo academicista, destacaba por su sobriedad arquitectónica y se convirtió en un símbolo de la comunidad que comenzaba a florecer.
Sin embargo, las dificultades naturales del terreno pronto complicaron el futuro del asentamiento. A pesar de los esfuerzos por desecar los cañaverales, las lluvias y el mal drenaje provocaban frecuentes estancamientos de agua que transformaban las tierras en zonas insalubres. Estas condiciones empezaron a minar la calidad de vida de los habitantes, quienes, poco a poco, comenzaron a abandonar el lugar.
A finales del siglo XIX, San Francisco de Asís estaba prácticamente deshabitado, y en 1885 se produjo su abandono definitivo. La población restante se trasladó al otro lado de la Sierra del Molar, fundando lo que hoy conocemos como La Marina. Este nuevo núcleo, más cercano al mar y con mejores condiciones sanitarias, tomó el relevo histórico del proyecto iniciado décadas atrás en las tierras del duque.
Hoy, los restos de la ermita de San Francisco de Asís, en la Sierra del Molar, son el último vestigio de aquel pueblo desaparecido. Aunque en ruinas, la arquitectura de la iglesia conserva detalles que reflejan los cimientos de un asentamiento que buscó transformar el paisaje y la historia de Elche. Estos vestigios no solo cuentan la historia de un intento fallido de colonización, sino que también conectan a San Francisco de Asís con los orígenes de La Marina, que hoy continúa la vida que aquel proyecto inició.