«Con este puño, el derecho, te mando al hospital, y, con este otro, el izquierdo, te envío al cementerio«. En vísperas de un Athletic-Elche en San Mamés, en un hotel de Bilbao, Ladislao Kubala vino decidido hacia mí dispuesto a todo y enojado conmigo por haber escrito en la previa de dicho encuentro que en su lista de convocados sólo aparecían once jugadores en la pizarra del vestuario del Martínez Valero.

Tuvo que ser el capitán del equipo franjiverde, Javier Company, el que le tuvo que recordar que faltaban cuatro nombres. No le sentó nada bien al entonces entrenador del Elche CF en Primera División, que había sustituido a Felipe Mesones, que se hiciera público dicho desliz y me dedicó esa frase. Mis compañeros de profesión allí presentes impidieron que la sangre llegara al río y marcaron una distancia entre él y yo.

Días más tarde me enteré de que el mítico Kubala había sido un destacado púgil en su juventud en Hungría antes de decantarse por el fútbol. También me recordaron que, en un partido amistoso disputada en la noche de San Juan de 1956, que enfrentó al FC Barcelona con el Botafogo de Garrincha; se tuvo que suspender, en el minuto 63, por una monumental tangana entre los jugadores que terminó con varios de ellos en el cuartelillo. En partido fue de todo menos amistoso y finalizó con una monumental pelea que la que Laszci demostró sus dotes de boxeador.

Se colocó con la espalda apoyada en el poste de la portería para evitar que le atacaran por detrás y desde ahí repartió todo tipo de puñetazos al que se acercaba. Todos los que asistieron al campo explicaron esa misma noche la hazaña del húngaroexagerándola hasta límites insospechados. Que si había tumbado a seis, a ocho… Ahí comprobé que no iba en broma al expresar que «con este puño, el derecho, te mando al hospital, y, con este otro, el izquierdo, te envío al cementerio». Todo quedó en una anécdota y me libré de una buena.