En España, la celebración del primer Día del Trabajador tuvo lugar en mayo de 1889, siguiendo la declaración de la Segunda Internacional Socialista. Sin embargo, su reconocimiento oficial como festividad nacional llegó más tarde, durante la Segunda República en 1931, bajo el mandato del ministro de Trabajo, Largo Caballero.
Durante la sombría era de la dictadura de Franco, el 1 de mayo fue reemplazado por la Fiesta de la Exaltación del Trabajo en 1938, debido a las connotaciones socialistas y comunistas que se asociaban con la celebración. Durante este periodo oscuro, el día perdió su carácter reivindicativo, convirtiéndose en una jornada de concordia con los empresarios, lejos de las demandas y necesidades de los trabajadores.
Sin embargo, con la llegada de la democracia en 1978, el Día del Trabajador fue restablecido como festivo nacional, marcando un retorno a sus raíces de protesta y reivindicación de los derechos laborales. Desde entonces, el 1 de mayo ha sido un día de manifestaciones y marchas en todo el país, recordando las luchas del pasado y destacando las necesidades de los trabajadores españoles.
Elche, una ciudad que ha dejado una huella significativa en la historia obrera de España, fue testigo de una de las manifestaciones más impresionantes del 1º de mayo de 1890. Organizada de manera imponente y pacífica, reunió a unas 4000 personas, siendo una de las más destacadas en el país en ese momento.
Los organizadores de esta histórica manifestación fueron figuras prominentes del movimiento obrero local, incluyendo a Juan Bautista Maciá, su hermano Francisco, Juan Caracena López, José Campos Pons, Jaime Aznar y Francisco Miñana. Al finalizar la marcha, un grupo de obreros liderados por uno conocido como «el Carolíno» llevó la bandera hacia Los Llanos.
En este emblemático lugar, las autoridades y los guardias salieron al encuentro de los manifestantes. En el Puente del Rey, el alcalde mostró respeto al paso de la bandera exclamando «¡Viva el Primero de mayo!», lo que logró calmar a la población enardecida y evitar un posible conflicto.
Simultáneamente, los alpargateros presentaron poco después de estas jornadas de huelga una petición conjunta a los patronos. Además de las reclamaciones habituales sobre la jornada laboral y el descanso dominical, incluyeron demandas como la prohibición de trabajar fuera del taller y la obligación de entregar la faena urdida. Por primera vez en la historia del sector, se estableció una tabla salarial.