TRADICIÓN

El caliche, un juego único que Elche no debe olvidar

La tradición deportiva ilicitana que merece un lugar destacado en la cultura local
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Daniel Ruiz Perona
05 de enero de 2025 - 11:42

El caliche, un juego tradicional profundamente arraigado en Elche, representa mucho más que una simple actividad recreativa. Aunque no se practica de forma masiva en la actualidad, su valor cultural y simbólico lo convierte en un tesoro que merece ser transmitido de generación en generación. Este deporte, característico de la costa levantina, encuentra en la ciudad un lugar especial donde ha sobrevivido gracias al esfuerzo de quienes se resisten a dejarlo caer en el olvido.

Elche cuenta con un entorno privilegiado, como la ladera del río Vinalopó, que se convierte en el escenario ideal para disfrutar del caliche. A pesar de que durante décadas se asoció principalmente con las generaciones mayores, la importancia de preservar esta tradición es cada vez más reconocida. Mantener vivo este deporte no solo ayuda a conectar a los ilicitanos con sus raíces, sino que también fomenta un vínculo afectivo entre abuelos, padres y nietos que encuentran en el caliche una forma de compartir y aprender juntos.

El caliche se juega en una pista de tierra plana, de unos 35 metros de largo por 6 de ancho. En un extremo se coloca el elemento que da nombre al deporte: un palo cilíndrico de madera, de 20 centímetros de altura y tres de diámetro, sobre el que se sitúa una moneda. Los jugadores, organizados en equipos, lanzan discos metálicos desde una distancia de 15,5 metros con el objetivo de derribar el caliche y lograr que la moneda caiga más cerca de su proyectil que del palo.

Este equilibrio entre precisión y fuerza es lo que otorga al caliche su carácter único. Cada partida se divide en varias rondas, llamadas mangas, donde los equipos deben emplear tanto estrategia como destreza para imponerse. Aunque en esencia es un juego sencillo, su práctica requiere habilidad y paciencia, convirtiéndose en un desafío accesible pero emocionante para quienes se animan a participar.

El caliche forma parte de la memoria colectiva de Elche. Sin embargo, su práctica ha disminuido en los últimos años, y es aquí donde surge la necesidad de un esfuerzo colectivo para asegurar su continuidad. Asociaciones locales han comenzado a promoverlo de nuevo, organizando competiciones y talleres que buscan reavivar el interés, especialmente entre los más jóvenes.

El paso del tiempo ha traído algunas modificaciones, como el reemplazo del tradicional canutillo de caña por un palo de madera más resistente. Sin embargo, estos cambios no han afectado al espíritu del juego, que sigue manteniendo su esencia y su capacidad de unir a las personas en torno a una actividad cargada de historia y significado.

En este esfuerzo por preservar las tradiciones locales, el Museo Escolar de Puçol destaca por su labor impagable en la recuperación y difusión de la historia y raíces de Elche. Este espacio no solo alberga piezas y documentos históricos, sino que también se ha convertido en un punto de referencia para quienes desean conocer y valorar prácticas como el caliche. La foto que acompaña esta noticia es testimonio del compromiso del museo con la memoria colectiva de la ciudad.

El caliche no es solo un juego, es un vínculo con el pasado y un recordatorio de las tradiciones que construyen la identidad de Elche. Aunque hoy en día no se practique de manera masiva, merece ser reivindicado como parte esencial de la cultura ilicitana. Preservar el caliche no solo es una cuestión de nostalgia, sino de asegurar que las futuras generaciones puedan experimentar la magia de una tradición que, más allá del entretenimiento, representa los valores de comunidad, conexión y pertenencia.

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