Con los primeros rayos de sol, las grandes campanas de la Basílica de Santa María de Elche anuncian la llegada del Domingo de Resurrección. Sus primeras notas llaman a los ilicitanos a reunirse en torno a la imagen del Cristo Resucitado. Asimismo, se trata de una de las ocasiones en la que nuestra Patrona, la Virgen de la Asunción, pasea por las distintas calles de la ciudad, bajo una intensa lluvia de aleluyas, para encontrarse con su hijo resucitado.
Este día, más conocido como el Domingo de Aleluyas, se arraiga en la gran riqueza histórica de Elche. El sonido de los tambores y campanas resuenan por toda la ciudad junto al impregnante olor a incienso, a la vez que los ilicitanos recorren las calles acompañando al Cristo Resucitado. A lo largo del recorrido, los callejones de Elche se invaden de emociones y expresiones de fe, mientras que las ventanas y balcones se llenan de vecinos que admiran las imágenes religiosas.
Esta procesión se erige como una de las más antiguas de la ciudad, remontándose a 1531. Pese a esto, no fue en 1790 cuando se unió la imagen de Jesús Resucitado a la de la Virgen de la Asunción. El momento más emotivo de la procesión se ensalza en la Plaza de Baix, donde bajo un nuevo manto de aleluyas frente al balcón del Ayuntamiento de Elche, la imagen de Jesús se gira para encontrarse con la Virgen.
Entre las fechas más emblemáticas de la Semana Santa ilicitana, al lado del Domingo de Ramos, los ilicitanos aguardan con fervor la llegada de las Aleluyas. Un momento cargado de emoción, donde tanto jóvenes como los más mayores alzan sus miradas al cielo para disfrutar de un espectáculo visual de gran magnitud. Todos comparten un simple objetivo: atrapar el mayor número de aleluyas que danzan en el aire.
Desde generaciones pasadas, este día se ha erigido como un pilar fundamental en el alma de los ilicitanos, brindándoles la oportunidad de consagrarse en una fe común, homenajeando así las tradiciones y fortaleciendo los lazos que los entrelazan como una única comunidad en torno a la devoción. En las calles de Elche, miles ilicitanos se reunen en las calles para llenar de color el cielo de la ciudad, donde cada tonalidad es un lazo que los une con su identidad, conexión con sus raíces y una muestra de devoción.
En este día de Aleluyas, Elche se convierte en un lienzo donde se entrelazan lo divino y lo terrenal, lo longevo y lo moderno, en una sinfonía de fe y tradición. La grandeza de este día trasciende sus propias fronteras, por varios días las principales calles de la ciudad se visten de estampitas de colores que rememoran los buenos tiempos de la apreciada Pascua ilicitana. Y es que, con la llegada de este Domingo de Resurrección y la solemne Procesión de las Aleluyas, cierra el telón de una Semana Santa repleta de pasión.
Y es que aquí, Elche, una única verdad resplandece como un faro en la noche: la pasión que los ilicitanos despliegan año tras año cuando se aproximan estas semanas célebres. Los vecinos, con sus trajes más elegantes junto a sonrisas radiantes, se lanzan a la calle donde juntos celebran este periodo de fe cristiana, marcado por la reflexión, la penitencia y el júbilo, en memoria de los últimos días de Jesucristo sobre la tierra: su sacrificio en la cruz y su gloriosa resurrección.