El 4 de agosto de 1897, un hallazgo inesperado en la loma de La Alcudia, en Elche, revolucionó el campo de la arqueología. Manuel Campello Esclápez, un joven agricultor, descubrió una piedra que resultó ser el rostro de una escultura antigua. Aunque se atribuyó inicialmente el hallazgo a Antonio Maciá, quien terminó de extraer el busto parcialmente cubierto, Manuel Campello reivindicó su descubrimiento. La escultura fue exhibida brevemente en el balcón de la casa del propietario del terreno, el doctor Manuel Campello.
Pedro Ibarra Ruiz, arqueólogo y cronista local, documentó el hallazgo y lo divulgó en la prensa. Las fotografías enviadas a expertos como José Ramón Mélida y Emil Hübner despertaron el interés del arqueólogo Pierre Paris. Junto a Ibarra, Paris presentó la pieza en París, donde el Museo del Louvre, bajo la dirección de Léon Heuzey, mostró interés. Tras negociaciones, el doctor Campello vendió la escultura por 4,000 francos y la pieza fue trasladada a París el 30 de agosto de 1897.
La Dama de Elche fue presentada en la Academia de Inscripciones y Bellas Letras de París el 24 de septiembre de 1897 y su llegada al Louvre fue destacada en la revista L’illustration. Inicialmente exhibida en el Departamento de Antigüedades Orientales, la escultura se convirtió en un importante objeto de estudio y atrajo a numerosos investigadores.
Después de varios intentos de recuperación, especialmente tras la Guerra Civil Española, se alcanzó un acuerdo en diciembre de 1940 para el retorno de la Dama a España. El 8 de febrero de 1941, la escultura llegó a Barcelona y fue trasladada al Museo del Prado en Madrid. En 1971, se movió al Museo Arqueológico Nacional.
En 2006, la Dama de Elche regresó temporalmente a Elche para inaugurar el Museo Arqueológico y de Historia de Elche, donde actualmente se exhibe como uno de los más preciados tesoros arqueológicos de España. Desde entonces, el pueblo de Elche ha reivindicado que su dama regrese temporalmente a su ciudad natal al menos una vez al año, reflejando el profundo vínculo emocional y cultural que sienten por esta pieza emblemática de su patrimonio.
El enigmático hallazgo plantea preguntas sobre su identidad, forma originaria, función y contexto histórico. Aunque algunos investigadores, como León Heuzey y Pierre Paris, creen que la escultura tiene influencias grecoasiáticas pero es originaria de la península ibérica, otros sugieren influencias grecofenicias o hispanas. La evidencia de estilo púnico y detalles como rodetes y collares comunes en el Mediterráneo oriental destacan su mezcla de influencias.
La pieza pudo haber sido originalmente una figura de cuerpo entero que fue seccionada. Los restos de cenizas encontrados en su cavidad dorsal sugieren que la Dama pudo haber servido como urna cineraria. La datación de la pieza se sitúa entre los siglos V y IV a.C., y las pruebas han refutado teorías de fraude moderno, confirmando la antigüedad de la policromía y la estructura de la escultura.