HISTORIA

El Ferriol, la cantera donde nació la historia de Elche


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Daniel Ruiz Perona
02 de marzo de 2025 - 10:59

Las antiguas canteras de El Ferriol, utilizadas desde la época ibérica hasta la medieval, no solo proporcionaron la piedra con la que se construyeron templos, murallas y casas señoriales, sino que también guardan el legado de escultores ancestrales, como los que pudieron dar forma a la icónica Dama de Elche, conectando el pasado de la ciudad con su identidad presente.

A pocos kilómetros del centro de Elche, entre barrancos y montes bajos, se encuentra un rincón donde la piedra conserva la memoria de siglos. En la partida de El Ferriol, la historia no está solo en los libros o en los museos, sino en las propias rocas que dieron forma a la ciudad. Aquí, en esta cantera milenaria, los íberos tallaron esculturas, los romanos extrajeron bloques para sus edificaciones y los ilicitanos medievales siguieron aprovechando la misma piedra que había sido moldeada por generaciones anteriores.

La relación de Elche con la piedra se remonta a tiempos inmemoriales, pero pocos lugares lo evidencian tanto como El Ferriol. En 2005, los arqueólogos encontraron restos de esculturas inacabadas que confirmaban lo que muchos sospechaban: en estas canteras, los íberos ya trabajaban la piedra mucho antes de la llegada de Roma. Fragmentos de figuras humanas, un torso de guerrero apenas esbozado y marcas de herramientas antiguas demostraban que aquí se tallaban imágenes para templos, necrópolis y espacios sagrados.

El hallazgo reforzó una hipótesis que llevaba tiempo rondando a los historiadores: la famosa Dama de Elche, descubierta en 1897 en el yacimiento de La Alcudia, podría haber sido esculpida en esta misma cantera. La composición del material es prácticamente idéntica, lo que sugiere que la piedra viajó desde El Ferriol hasta el taller donde un artista ibero dio forma a la enigmática figura que hoy es símbolo de Elche.

El Ferriol no solo fue un centro de producción ibero, sino que su explotación continuó en época romana. Los romanos, maestros en el arte de la construcción, aprovecharon la calidad de la piedra local para levantar sus edificaciones en Illici, la colonia que fundaron en el actual emplazamiento de La Alcudia. Durante siglos, las canteras siguieron abasteciendo a la ciudad, y muchas de las iglesias, casas señoriales y murallas medievales de Elche se construyeron con el mismo material extraído de estos montes.

Uno de los ejemplos más imponentes de esta herencia es la basílica de Santa María. Su imponente fachada barroca y su sólida estructura esconden, en sus cimientos y muros, la piedra que una vez formó parte de la cantera de El Ferriol. El templo, donde cada año se representa el Misteri d’Elx, no solo es el corazón espiritual de la ciudad, sino también un testimonio de cómo la piedra ilicitana ha perdurado a través del tiempo, transformada en un símbolo de identidad.

A lo largo de la historia, El Ferriol ha sido un testigo silencioso de la transformación de Elche. Desde la época ibérica hasta la medieval, pasando por la dominación musulmana y la reconquista cristiana, la piedra de sus canteras ha estado presente en cada etapa del desarrollo de la ciudad. Hoy, el lugar sigue conservando ese aire antiguo, casi sagrado, donde es fácil imaginar a los antiguos canteros trabajando bajo el sol, esculpiendo figuras que quizá nunca llegaron a terminarse.

Muy cerca de allí, el escultor Mariano Ros ha continuado la tradición en su espacio conocido como El Cau. Sus obras, talladas en la misma piedra que usaron los íberos y romanos, parecen conectar el pasado con el presente, como si la cantera nunca hubiera dejado de hablar. En cada bloque sin terminar, en cada escultura abandonada hace siglos, en cada marca de cincel, se esconde un fragmento de la historia de Elche, esperando a ser leído por quienes sepan mirar.

Quizá, si se escucha con atención en las tardes de viento, aún se pueda oír el eco de los antiguos picapedreros, el golpe seco del martillo sobre la roca, la voz de los artesanos iberos, romanos y medievales que, sin saberlo, dieron forma a la ciudad que hoy conocemos. El Ferriol no es solo una cantera olvidada: es el origen pétreo de una historia que sigue viva.

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