Actualmente, destacan entre otros el puente de Santa Teresa, Canalejas, el del ferrocarril, la Generalitat y el Bimil·lenari, que han jugado un papel esencial en la expansión urbana hacia la margen derecha del río. Sin embargo, el puente de Altamira merece especial atención, no solo por su relevancia funcional, sino también por su importancia histórica y cultural, ya que es el escenario de la procesión del Domingo de Ramos, una de las tradiciones más significativas de la Semana Santa ilicitana.
Los proyectos del puente de Altamira
El Archivo Histórico Municipal de Elche (AHME) conserva dos proyectos clave para la construcción del puente de Altamira, uno de 1948 y otro de 1957, documentos que arrojan luz sobre los desafíos que enfrentó la obra. El primero, redactado en 1948 por el ingeniero municipal Sebastián Canales Mira-Perceval, contemplaba un puente de tres arcos de hormigón de 12 metros de luz, con un desagüe lineal de 36 metros. En la memoria que acompañaba este proyecto, se exponían diversas razones que justificaban la necesidad de dicha infraestructura: el aumento de la población desde 1920, la expansión de la ciudad hacia el oeste y la creciente demanda de comunicación entre ambos márgenes del río. Este último aspecto resultaba crucial, ya que la ciudad carecía de suficientes puentes que unieran sus dos núcleos de población, lo que obligaba a los ciudadanos a realizar largos rodeos para cruzar el Vinalopó.
Sin embargo, este primer proyecto, que situaba el puente en el emplazamiento que hoy ocupa, fue rechazado por el Ministerio de la Gobernación. El motivo de la negativa fue que la ubicación propuesta, en el extremo de la plaza de Palacio, estaba bloqueada por edificaciones, lo que habría implicado la demolición de varias manzanas de calles para dar salida al puente. En su lugar, se sugirió otro emplazamiento más al norte, en la calle General Cosidó, que mejoraría la conexión con el camino viejo de Alicante y la calle Pizarro. No obstante, esta alternativa fue rechazada por el ayuntamiento ilicitano.
El proyecto aprobado de 1957
En 1957, se redactó un nuevo proyecto, esta vez a cargo de Rafael Gómez de los Reyes y los arquitectos municipales Santiago Pérez Aracil y Antonio Serrano Peral. Este segundo proyecto mantenía la ubicación original y resultaba más acorde con las necesidades de desarrollo de la zona de Traspalacio. Tras años de deliberación, en enero de 1960 se concedió finalmente la autorización para iniciar las obras del puente.
Descubrimientos durante la construcción
Durante la construcción del puente de Altamira, surgieron hallazgos inesperados. En el proceso de excavación para las pilas principales, se descubrió que lo que se había interpretado como un saliente natural del cauce del río, identificado en un plano de 1849, era en realidad un antiguo vertedero de la villa. A medida que se excavaba, se comprobó que este vertedero había sido utilizado durante siglos. Además, se descubrió la unión de dos barrancadas sobre las cuales se había levantado la fortaleza Palacio. Entre los escombros removidos, se hallaron restos de las piedras labradas por los canteros durante la construcción de la iglesia de Santa María, lo que añadía un toque de historia a la obra.
La inauguración y su impacto en Elche
El puente de Altamira fue finalmente puesto en servicio el 22 de agosto de 1963, respondiendo a la creciente necesidad de solucionar los problemas de tráfico urbano e interprovincial que afectaban a la ciudad. Sin embargo, el reconocimiento oficial de las obras no llegó hasta julio de 1967, cuando fue aprobado por la Comisaría de Aguas del Júcar.
Con el tiempo, el puente no solo facilitó la expansión urbana y mejoró las comunicaciones entre ambos márgenes del Vinalopó, sino que también adquirió un valor simbólico para los ilicitanos. Hoy en día, el puente de Altamira no solo es una obra clave en la infraestructura de Elche, sino también un testigo mudo de la historia y las tradiciones de la ciudad, en especial durante la Semana Santa, cuando se convierte en un escenario central para la procesión del Domingo de Ramos, un evento que une a la comunidad y refuerza la identidad cultural de Elche.
El puente de Altamira, es un símbolo de la evolución urbana y cultural de Elche, una ciudad que ha sabido construir puentes, tanto físicos como simbólicos, a lo largo de su historia.