Hay quien dice que, en Elche, Dios es un pariente cercano de la Maredéu. La frase puede sonar exagerada, pero no hay mejor manera de explicar la devoción que esta ciudad siente por la Virgen de la Asunción. Basta entrar en el Museo de la Virgen, junto a la capilla de la Comunión de la basílica de Santa María, para entenderlo: cada pieza, cada manto, cada joya, respira siglos de fe y de cultura que se han entrelazado en la identidad ilicitana.
La historia de esta devoción se remonta al siglo XIII, cuando el rey Jaime I el Conquistador introdujo el culto a la Virgen en tierras recién conquistadas. Pero si hay un relato que ha marcado la memoria colectiva es el de su venida por mar: cuenta la tradición que el 29 de diciembre de 1370 apareció en una playa de Elche un arca misteriosa. En su interior viajaban la imagen de la Maredéu y la consueta del Misteri d’Elx, la partitura sagrada de ese drama asuncionista que cada agosto convierte a la ciudad en escenario celestial.
El fervor de los ilicitanos no ha sido nunca discreto. Durante siglos se han multiplicado las donaciones: mantos bordados, vestiduras solemnes, coronas, joyas, inmuebles y hasta muebles litúrgicos, un patrimonio inmenso que hoy puede contemplarse en el museo. Allí, el corazón de la exposición late en torno al tema de la dormición de María, evocada en el Misteri con el fastuoso lecho de ébano y plata del siglo XVII. Esta cama, obra maestra de la orfebrería portuguesa, es el escenario en el que descansa la patrona cada agosto, entre el 15 y el 22, cuando Elche entero se rinde a ella en la Festa.
El museo despliega ante los visitantes auténticas joyas históricas. Allí brillan los mantos azul y morado traídos desde Roma en 1795, el célebre manto de las Conchas, diseñado en 1917 por Pedro Ibarra, o el terno del obispo José Tormo, de 1784. La corona imperial y un copón del orfebre Fernando Madrid, ambos del siglo XVIII, completan un ajuar digno de una reina celestial.
Pero las piezas más antiguas van aún más atrás. Tres tesoros del siglo XVI guardan memoria de la primera referencia al Misteri: la cabecera de la cama procesional con la que la Virgen es llevada a hombros de judíos y apóstoles en la procesión del Entierro; una arqueta-ostensorio de plata dorada; y el testamento de Isabel Caro, fechado en 1523, donde ya se menciona la donación para una “grandísima fiesta” en honor a la Virgen de la Asunción.
Visitar el Museo de la Virgen no es solo contemplar obras de arte: es sumergirse en la espiritualidad de un pueblo que, generación tras generación, ha vestido, coronado y honrado a su patrona como si fuera parte de su familia. Porque en Elche, efectivamente, muchos sienten que la Virgen de la Asunción no es solo la patrona: es la madre de todos.