OPINIÓN

Elche Distrito Federal

27 de febrero de 2024 - 09:30
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Dicen que las ciudades son un pacto entre el futuro y el pasado. Un tránsito entre lo que fuimos y lo que queremos ser. Habitamos en un espacio compartido que nos une y nos otorga una forma característica de ser y entender la vida. La ciudad es donde nos encontramos con el otro, que, aun siendo distinto a nosotros, es nuestro vecino, aunque haya venido de fuera. Esta convivencia es la que, a lo largo de la historia, forja los valores cotidianos que nos hace ser una comunidad de personas.

La cultura de un pueblo es más que sus costumbres, ritos y tradiciones. La cultura nos ayuda a comprender nuestro pasado e interpretar el presente, por muy difícil que sea hoy entender la polarización que vivimos. Escribe Harari en su libro Sapiens que los grandes avances de la Humanidad se han producido cuando las personas trabajan por un objetivo común. Lástima que ahora nos empeñemos en asegurar la destrucción del otro y, por lo tanto, la nuestra.

Leía esta mañana, mientras pensaba en este artículo, a una investigadora londinense que afirmaba que éramos capaces de cambiar el rumbo de la Humanidad. El futuro depende de nosotros mismos, de nuestra voluntad de elegir si somos parte del problema o el todo de la solución. ¿Tan difícil es que podamos entendernos desde lo que somos? Y ahí fue como me llegó la memoria de un buen amigo, Ángel Alfonsea.

Para los que no vivieron aquel 17 de enero de 2009 en el Gran Teatro de Elche, donde Ángel Alfonsea acompañado por los mejores músicos y cantantes de nuestra ciudad entonaban un rock que retrataba fielmente nuestra ciudad con un tono de humor. Nos reconocíamos, éramos eso y mucho más. Pero Ángel no se quedó ahí, en la risa fácil o en la canción reivindicativa de aquello que no deberíamos haber sido, sino que fue un ilicitano comprometido con el pasado, con el presente y con el futuro.

Peleó para que su barrio volviera a tener el esplendor que un día tuvo el Raval. Desde la música, recuperó esas cançonetes de fil i cotó que tanto nos emocionan cuando las escuchamos y, como un ilicitano que siempre pensó en su ciudad y sus vecinos. Desde el humor, los valores cotidianos y el reconocimiento del otro, seguía “RQR” haciendo de la cultura un espacio común. Como se te echa de menos.