HISTORIA

La Ermita de San Antonio Abad: Cinco siglos de historia y devoción en Elche

Desde su fundación en el siglo XV, este emblemático templo ha sido testigo de reconstrucciones, tradiciones y la fe del pueblo ilicitano hacia el santo protector de los animales
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Daniel Ruiz Perona
19 de enero de 2025 - 11:15

Enclavada entre huertos de palmeras y situada a extramuros de la villa, la ermita de San Antonio Abad es uno de los testimonios más antiguos y simbólicos de la fe y la historia de Elche. Desde sus orígenes en el siglo XV, la ermita ha sido un lugar de culto, un refugio para los más necesitados y un centro de celebraciones populares que han mantenido viva la devoción al santo conocido cariñosamente como “Sant Antoni, el de les barbes blanques”.

La primera referencia a la ermita se remonta a 1438, según lo registrado por Ibarra y Ruiz, aunque su fundación oficial ocurrió en 1483 por orden del Concejo de la Villa de Elche. Se erigió cerca del camino viejo de Alicante, como un espacio de oración y culto al santo protector de los animales. Con el tiempo, la ermita se convirtió en un lugar de encuentro espiritual y comunitario para los vecinos de Elche.

En 1560, el Consejo de la villa afirmó su patronazgo sobre la ermita, destacando que había sido construida por voto popular. Sin embargo, ya entonces sufría deterioros, lo que llevó a su reparación. Entre 1565 y 1630, se registraron varias intervenciones, pero el deterioro continuo obligó a su derribo y reconstrucción en 1605. Esta nueva ermita fue edificada con mayor esplendor, con la autorización del obispo Andrés Balaguer, y sirvió como modelo de las reformas impulsadas por el arzobispo Aliaga en 1631.

Durante los siglos XVII y XVIII, la ermita vivió un periodo de auge gracias a la creciente devoción popular hacia San Antonio Abad. La comunidad ilicitana, y especialmente el gremio de cordeleros y alpargateros, que en 1684 eligió al santo como su patrón, aportaron recursos para su mantenimiento y actividades religiosas. Las rentas de la ermita, administradas por mayordomos y ermitaños, se destinaban al hospital y a obras de caridad, consolidando el papel de este espacio como un centro de ayuda social y espiritual.

El siglo XIX marcó una etapa de declive. La Guerra de la Independencia dejó la ermita en mal estado, utilizándose como hospital y lazareto durante las epidemias. En 1836, los estragos del conflicto y la desamortización de Mendizábal llevaron a la demolición de la portada y al traslado de las celebraciones al convento de San José.

La reconstrucción comenzó en 1862, gracias a la iniciativa de vecinos y labradores que, con limosnas, lograron erigir una nueva ermita sobre los cimientos de la original. Bendecida el 17 de enero de 1863, la ermita fue dotada de un altar, campana y otros objetos de culto. Este edificio, con modificaciones posteriores, es el que se conserva en la actualidad.

La actual imagen de San Antonio Abad, venerada en la parroquia y el barrio que llevan su nombre, data del siglo XIX. De autor desconocido, pertenece al estilo “cap i pota”, con una estructura sencilla pero rica en simbolismo. Representa a un monje anciano con barba blanca, vistiendo hábito de monje y portando una vara florida, un Evangelio abierto y una campanilla de plata con el símbolo de la “Tau”, emblema antoniano.

A sus pies, un cerdito negro, atributo característico del santo, simboliza tanto la victoria sobre el mal como su patronazgo sobre los animales. La campanilla y el péndulo de cristal que cuelgan de su mano son detalles únicos de la imagen ilicitana, reflejando su búsqueda espiritual y su protección contra las enfermedades.

Tras el saqueo y la quema durante la Guerra Civil en 1936, la ermita fue restaurada en varias ocasiones, siendo la última intervención significativa en 1991, bajo la dirección de la arquitecta Margarita López Bru. Actualmente, la ermita se presenta como un edificio austero pero emblemático, con fachada pentagonal, espadaña con campana y una nave rectangular de 11 metros por 5,5 metros.

Cada 17 de enero, en honor a San Antonio Abad, la ermita y su entorno cobran vida con las celebraciones del porrate y la tradicional bendición de animales, manteniendo viva una devoción que ha perdurado a lo largo de los siglos.

La ermita de San Antonio Abad y su imagen son un testimonio del fervor religioso y el compromiso comunitario de los ilicitanos. Desde su fundación en el siglo XV hasta la actualidad, este espacio ha sido símbolo de fe, solidaridad y tradición, representando una parte esencial de la identidad cultural y espiritual de Elche, que hoy volverá a acoger a miles de ilicitanos.

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