Con la llegada de la Semana Santa, Elche se prepara para una de sus celebraciones más dulces y esperadas: la Mona de Pascua. Este delicioso postre, típico de la vertiente mediterránea, se ha convertido en mucho más que un simple manjar. Es símbolo de tradición, cultura y unión familiar, y en tierras ilicitanas cobra un significado muy especial.
De origen ancestral, la Mona de Pascua hunde sus raíces en el siglo XVIII y ha sabido mantenerse viva en la memoria colectiva de generaciones. Aunque su receta puede variar de una panadería a otra, la esencia permanece: harina, azúcar, huevos y aceite dan forma a una masa firme que, tras el horneado, se transforma en un bocado esponjoso y sabroso que encierra siglos de historia.
Una de las teorías más extendidas sobre su origen señala que la Mona era el obsequio que los padrinos ofrecían a sus ahijados el Lunes de Pascua, simbolizando el fin del ayuno de Cuaresma y el inicio de una etapa de celebración. Otros apuntan a que su nombre proviene del árabe mûna, que significa ‘provisión’ o ‘regalo’, en referencia a tributos pagados en forma de alimentos.
En Elche, la tradición se vive con intensidad. Durante semanas, pastelerías y panaderías se llenan del aroma dulce de la Mona, mientras maestros panaderos trabajan sin descanso para elaborar cientos de unidades. Cada obrador guarda con recelo sus secretos, buscando conquistar el paladar de los ilicitanos que cada año esperan con ansias su Mona favorita.
Pero más allá del sabor, la Mona de Pascua es excusa para compartir momentos. En el Lunes de Pascua, familias y amigos se reúnen en el campo, en la playa o en los parques de la ciudad, llevando consigo este dulce como protagonista del día. Y no falta el tradicional y divertido “esclafar el huevo”, ese instante en el que se rompe el huevo cocido de la Mona en la frente de alguien desprevenido, provocando carcajadas y dejando anécdotas imborrables.
Así, la Mona de Pascua no solo endulza los hogares ilicitanos, sino que también mantiene viva una costumbre que conecta pasado y presente, uniendo a la comunidad en torno a una herencia cultural que se transmite de generación en generación. Porque en Elche, la Mona no es solo un postre: es una celebración en sí misma.